Ciudad de la Nostalgia/ Amor a la carta

AutorAlberto Barranco Chavarría

Sobrevivientes del Portal de las Flores, el Mercado del Volador, las plumas de ganso afiladas a cuchilla; las sillas de asientos tejidos en tule; la tinta de huisache a granel; el papel de fantasía; los versitos esculpidos en miel; las frases de todas las batallas; los capotes negros; las Olivier, Smith Corona y Remington, y hasta las impresoras portátiles, los evangelistas, escribanos o números del Portal de Santo Domingo se juegan, tres siglos después, su último volado: "¿Se le fue el novio, güerita?".

La historia es tan vieja como el Portal de Mercaderes que cerca por el poniente la Plaza de la Constitución, a cuyo frente, es decir el costado principal del mercado de importación conocido como El Parián, los escribientes públicos instalaban su desvencijado banco de apolillada madera; su garrafa de tinta; su tabla que apoyada sobre sus rodillas se volvía escritorio, y su indispensable papel de colores, cortado en curva por sus esquinas, con alegres dibujos de flores...

Derribado por órdenes de Santa Anna el antiestético edificio que ocuparía hoy más de la mitad del zócalo, los confesores sin sotanas, los secretarios sin secretos, los apóstoles sin indulgencias se fueron al Portal de las Flores, al costado norte de la Plaza de Armas, entreverándose entre sus puestos de sombreros, sarapes, rebozos...y flores de papel de rechinantes colores...

...para de ahí caminar hacia la acera de la puerta principal de la Universidad, frente al singular paisaje del Mercado del Volador, cuyo tráfico se realizaba entre lodo, cáscaras, plumas y toda suerte de deshechos, en lo que hoy es el edificio de la Suprema Corte de Justicia, al arranque de la avenida José María Pino Suárez...

...asentándose finalmente en el Portal de la Plaza de Santo Domingo, frente al edificio de la Aduana, donde se les asignó un espacio y un número: -¿No está el escribiente número 12?, es que sólo a él le tengo confianza...

"Un evangelista que no es San Lucas, ni San Juan, ni San Marcos ni San Mateo -reflexiona el autor de 'El Evangelista', en 'Los mexicanos pintados por sí mismos' editado en 1855, en cuya redacción participaron media docena de autores, entre ellos Ignacio Ramírez, Hilarión Frías y Soto y Niceto de Zamacois-, no es evangelista: un evangelista que no sabe jota de los evangelios tampoco es evangelista; y sin embargo, nosotros tenemos nuestro evangelista que sin ser de los verdaderos evangelistas tiene parte de los atributos de todos ellos...

"...Es decir, a nuestro...

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