La Ciudad y el Crimen/ Estupro

AutorRafael Ruiz Harrell

Aunque la Gaceta Oficial del DF no ha llegado todavía a publicarlo, el texto del "nuevo" Código Penal capitalino circula ya entre los especialistas.

Una primera lectura deja una sensación contradictoria. Por un lado hay mucho que celebrar. Por el otro se tiene la sensación de que no pasa de un refrito cuidadoso que dejó sin tocar los problemas de fondo.

La celebración es obvia: todo lo que se le hiciera al Código Penal del DF, necesariamente habría de mejorarlo, ya que así de lamentable fue lo que nos dejó la Asamblea en 1999. Puesta a "desfederalizar" lo que había sido el código aplicable al DF en materia común y a toda la República en materia federal -y que legalmente ya no existía-, la Asamblea consiguió el prodigio de elaborar un Código Penal que nació declarando "derogados" artículos que nunca estuvieron en vigor. No debe sorprendernos: la Asamblea era mayoritariamente perredista.

El nuevo Código, que entrará en vigor tres meses después de que se lo publique, resulta tan superior al desastre que teníamos que no puede sino celebrárselo. Aunque algunos de sus artículos están todavía en burócrata antiguo o algún otro dialecto igualmente incomprensible, ya hay una semblanza de orden -incluso en la numeración-, muestra un cierto afán por proteger a la víctima, y se ha logrado desembarazarlo de algunas de las disposiciones más absurdas de la ley anterior.

El nuevo Código, sin embargo, resulta aceptable sólo en comparación con lo que había. Si se considera lo que necesitamos, está muy lejos de lograrlo. Y la razón es simple: los diputados capitalinos carecen de la preparación jurídica y criminológica necesarias para elaborar una ley eficaz, humana y moderna.

En alguna otra ocasión -ya que hay mucha tela de donde cortar-, me ocuparé de algunas de sus aberraciones mayores, pero en esta ocasión prefiero prestarle atención a un crimen que a ojos de las autoridades es casi irrelevante y por ello resulta revelador.

El Estupro

A fines de 1990 un grupo compuesto por todas las diputadas y senadoras al Congreso de la Unión revisó el capítulo que el Código Penal de entonces dedicaba a los delitos sexuales. Las unía la convicción de que las disposiciones en la materia tenían que aplicarse por igual a mujeres y varones. Permitir lo contrario era alentar la desigualdad de la mujer.

Aunque el fin era loable, el medio era erróneo y algunas de las reformas que aprobaron sólo sirvieron para dejar desprotegida a la mujer. El estupro se encontró entre ellos, ya...

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