Ciudad de la Nostalgia/ Mar del Norte

AutorAlberto Barranco Chavarría

Acuciado por la resaca de la Noche Buena, el jefe del pabellón de reos y agitados del Manicomio General de la Castañeda, Antonio Jiménez Foncar, cruzaba en largas zancadas el espeso laberinto de pasillos, celdas, dormitorios y salones, hasta alcanzar lo que a sus angustias parecía un oasis: -¡Goyo, Goyito!...

Agotados los gritos, desenvainadas las patadas a plena bota minera, y ahítos los nudillos de golpear el deslavado metal, alguna vez -con Don Porfirio y la Orquesta Típica de México a la puerta- de impecable blanco brillante, el hombre abandonó a todo piernas la escena, para alcanzar, desencajado, el patio principal y ubicar la pequeña ventana por donde el espacio más célebre del temido conjunto de edificios del corazón de Mixcoac, se volvía tienda...

...y contemplar la protección de alambre destrozada.

-¡Goyo, Goyito!...

Sumergida la cabeza al fondo del hueco, los ojos humedecidos del celador-enfermero-loquero hurgaban ávidos hasta el rincón más ajeno de la pequeña crujía marcada con el número dos, donde hacía rosca su cuerpo el inseparable gato moro de Gregorio Cárdenas Hernández: la mesa mugrosa pegada a la ventana, donde esperaban las latas, las tablillas de chocolate amargo, las bolsas de harina Minsa, los cigarros Tigres, Faros, Carmencitas y Delicados; los peines de carey y los refrescos...

...los extraños colgajos de prendas femeninas en el techo; el camastro sin sábanas ni cobijas; la caja de cartas, recortes de periódicos y fotografías del México viejo.

-¡Se peló Goyo! Al mediodía, una hora después del macabro descubrimiento de Pascua, el Manicomio parecía manicomio.

Allá las placas de los reporteros gráficos apuntaban, todas, al descarapelado piano del jardín de niños del centro hospitalario, donde mañana tras mañana, fiesta sobre fiesta, el Estrangulador de Tacuba interpretaba a Chopín. Más allá, seis agentes de la secreta recorrían paso a pasito la ruta de escape: el patio; la barda de dos metros; la calzada principal de la Castañeda, la calle a la vera del río Mixcoac...

Acá, las preguntas de la prensa asaltaban a veladores, celadores, enfermeros, siquiatras: "Sí, se salía algunas noches...pero siempre regresaba"..."Creo que ya no estaba el candado". "Se levantaba a las 11 y lo primero era la regadera...". "Daba clases a las muchachas, viera cómo lo querían". "En las tardes se paseaba, serio, callado, por los jardines". "Sí, señores, yo le pedí dos agentes al mero jefe de la Policía Judicial del Distrito". "El juez estaba...

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