Ciudad de la Nostalgia / Misterios de Mixcoac

AutorAlberto Barranco Chavarría

La aventura costaba cuatro reales.

Todavía estaba oscura la madrugada; todavía las farolas iluminaban las tétricas calles; todavía los serenos recorrían su rutina; todavía las campanas no llamaban a la primera misa, ni los panaderos terminaban su rito, ni las doncellas salían a lavar la banqueta, ni los amantes escapaban, furtivos, del lecho prohibido, cuando las ansias ya habían formado una cola en la calle del Coliseo Viejo.

Y es que la emoción había esperado largos, larguísimos 30 días para tomar el guayín a Mixcoac. Y éste salía cada primero de mes, exactamente a las siete de la mañana, "se llene o no se llene". Pero siempre se llenaba: cuando no eran las sobrinas en busca de la tía rica de la casona de tezontle, era la pareja que buscaba la sombra de los viejos árboles frutales de la zona para un día de campo, o la solterona en busca de emociones fuertes... como el cruzar el callejón del Diablo, o ver la campana que toca sola, o la casa donde vivió la Güera Rodríguez.

Finalmente, justo al sonido de la última campanada del reloj de la iglesia de Regina Coelli, la diligencia emprendía el largo camino de cuatro horas. Y las casonas de la calle de Plateros de 1854, desfilaban en el largo recuerdo, que de vez en cuando despertaba, aturdido, al impacto del grito de algún majadero que le lanzaba un piropo obsceno a la más bella de las pasajeras. Y al fin la Plaza de Toros de Bucareli; al fin los Arcos de Belén; al fin la hacienda de la Condesa; al fin Chapultepec; al fin las erguidas casonas de Tacubaya...

Y la arboleda de chopos, sauces y fresnos anunciaba el principio de Mixcoac: "Por aquí, decía algún imprudente, pasó, hace siete años, el ejército yankee en su camino a Churubusco".

"Por aquí -le replicaba algún bilioso profesor de primaria-, pasó el general Santa Anna para reclutar el ejército que venció a Zacarías Taylor en San Luis Potosí".

Lo cierto es que en Mixcoac estaba, viva, la historia.

En una de sus muchas casas de descanso se estableció, en 1848, el gobierno del presidente José Joaquín Herrera, a la salida de los invasores de nuestro vecino del norte, luego de los fatídicos Tratados de Guadalupe.

En otra escena del mismo acto, en las aristócratas casonas de Mixcoac se escondieron, en 1847, los sobrevivientes de los batallones Victoria y Guadalupe de la Guardia Nacional, que se rebelaron justo cuando México esperaba que defendieran su capital de la invasión estadunidense. Los polkos -porque finalmente contribuyeron a la victoria...

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