Las ciudades: la puntualidad del retraso

AutorCarlos Monsiváis

En las ciudades, la moral comunitaria es, fuera de las exaltaciones del cine y de la canción, fe individualista o memoria maltrecha, y debido a esa contradicción categórica entre lo que se cree de lo popular y lo que se vive, el conjunto urbano es un ente hecho de limitaciones, alcances inesperados, permisividad discreta, prohibiciones a voz en cuello. Y en la definición del carácter de las ciudades, la literatura alcanza un nivel persuasivo muy vasto. Es perdurable el influjo mitológico de poemas y novelas, y si hay un Dublín de Joyce, una California de John Steinbeck, un condado de Yoknapathowpha de William Faulkner, también Lima o Bogotá o Santiago o Buenos Aires o la Ciudad de México se contemplan desde el mirador de los modernistas, los realistas sociales, los cronistas y los escritores ya exclusivamente urbanos.

El primero en hacer de la ciudad el personaje central es el argentino Leopoldo Marechal. En Adán BuenosAyres, la ciudad es ya el escenario definitivo:

¡Númenes de Villa Crespo, duros y alegres conciudadanos; viejas arpías gesticulantes, como gárgolas, porque sí o porque no; malévolos gruñidores de tangos o silbadores de rancheras; demonios infantiles, embanderados con los colores de River Plate o de Boca Juniors; carreros belicosos que se agitaban en lo alto de sus pescantes y se revolvían en sus cojinillos, para canturrear al norte, maldecir al sur, piropear al este y amenazar al oeste! ¡Y sobre todo vosotras, muchachas de mi barrio, dúo de tacones y risas, musas del arrabal con la tos o sin la tos de Carriego el poeta!...

El arrabal, el barrio, los futbolistas, lo inmensamente popular. Adán BuenosAyres combina la novedad (la ciudad como la gran revelación) con un idioma aún ligado al modernismo y los epítetos de la oratoria republicana.

Y la gran ciudad (el triunfo de lo popular sobre las aspiraciones de exclusividad) es el personaje totalizador en La región más transparente, novela mural que asimila diversas lecciones, entre ellas y muy particularmente la de John Dos Passos en Manhattan Transfer y la trilogía U.S.A, donde a la narración central la avivan y alteran las biografías de los seres significativos, los noticieros, la visión de la urbe como inmensa desolación mecánica. Y Fuentes entrevera los símbolos prehispánicos y el habla cosmopolita, recurre al lirismo y la generalización abrupta ("En México no hay tragedia: todo se vuelve afrenta"), y enumera de modo exhaustivo y compulsivo. El catálogo torrencial es un buen...

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