Un clásico de México

AutorErika P. Bucio y Julieta Riveroll

Prolífico como dramaturgo, con un teatro que, partiendo del costumbrismo ahondó en la sabiduría de la esencia humana, Emilio Carballido logró una perfecta sintonía con el público mediante el humor y la sencillez.

El patriarca de la dramaturgia mexicana contemporánea falleció la noche del lunes de un paro respiratorio, en un hospital de Xalapa, Veracruz, a los 82 años de edad.

Sus restos fueron velados ayer en la capital veracruzana, donde será sepultado en la Rotonda de los Veracruzanos Ilustres, confirmó su viudo Héctor Herrera.

El Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) le rendirá un homenaje póstumo al dramaturgo, narrador, crítico y guionista, en el Palacio de Bellas Artes, en colaboración con la UNAM, la Universidad Veracruzana y la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM), con fecha aún por definir.

Imaginativo, precoz e insoportable, así describía Carballido su infancia. Escribir le pareció siempre un acto natural. A lo largo de su vida fue autor de más de 200 obras de teatro, además de novelas y cuentos.

De madrugada, cuando el silencio era absoluto, se levantaba a escribir en su casa de San Pedro de los Pinos en cuadernos de contabilidad, y no paraba sino hasta que veía apagarse la luz en la casa de su vecino, Vicente Leñero.

Ni siquiera al final de sus días, cuando su mano iba más lenta que su cabeza, debido a las secuelas de un derrame cerebral que sufrió en 2002, renunció a la creación y optó entonces por dictar sus obras a Herrera.

Discípulo de Rodolfo Usigli, Xavier Villaurrutia y Celestino Gorostiza, en la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en 1950 estrenó en el Palacio de Bellas Artes su primera obra, Rosalba y los llaveros, bajo la dirección de Salvador Novo.

De pluma fértil, Carballido abordó diversidad de géneros y estilos. Experimentó primero con obras de corte onírico, luego probó el realismo y creó propuestas tan complejas como la de Vicente y Ramona y El Tigre Rojo, según la investigadora teatral Socorro Merlín.

Incluso se puede distinguir un Carballido nostálgico y romántico como en Los dos claveles, y otro simpático, desenfadado y humorístico como en Buena pierna, añadió Carlos Corona, quien llevó a escena Zorros chinos con la Compañía Nacional de Teatro.

Superó la etiqueta de costumbrista, característica de sus obras tempranas, pues su evolución como autor jamás se detuvo, hasta convertirse en un pilar del teatro mexicano de la segunda mitad del siglo 20.

Fotografía en la playa marcó el inicio de...

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