Claudia Ruiz Arriola / Critón o el deber ciudadano

AutorClaudia Ruiz Arriola

Allá en los albores de la democracia, cuando el poder pasaba de manos de los ciudadanos a las de los tiranos, y de vuelta, Sócrates discutía en la cárcel con uno de sus mejores amigos sobre si era posible desconocer las leyes e instituciones de la polis sin dejar de ser demócrata. Critón argüía que sí: después de todo, la condena a muerte que enfrentaba Sócrates era injusta, producto de la mezquindad de los jueces y del poder omnímodo de los oligarcas panistas en colusión con la Coparmex griega.

Bajo el socorrido argumento del compló de los poderosos, Critón había urdido un plan, aprobado a mano alzada por los simpatizantes del filósofo en el Pnyx (Zócalo ateniense): pasar la charola entre sus cuates para sobornar a los guardias y salir de la ciudad en "lo oscurito", no sin antes declarar a Sócrates Filósofo Legítimo e Itinerante de Grecia (FLIG). El plan no era malo, pues en vez de inmolarse a los designios de un poder corrupto, el hombre más sabio de Atenas tendría la oportunidad de ver mundo, llevando su "resistencia pacífica" y un rayito de esperanza a quienes quisieran prestarle oídos. La mayoría de los discípulos del sabio (sabios ellos mismos por contagio) estaba de acuerdo con el plan popular (y los que no, eran unos pérfidos traidores, vendidos y amargados, Muñoz Ledo dixit).

Pero hete aquí que Sócrates se negó a escapar de prisión. Lo que Critón, Elenita y el pueblo pensaran, dijo, le venía guango en estos casos. La suya no era una cruzada por agradar a las masas, ni estar con los progres; la suya era una lucha por la justicia. Y por la justicia no se podía luchar cometiendo nuevas injusticias. De ahí que antes de acceder al plan de sus cuates y simpatizantes tenía que consultar las leyes de su patria. Porque más allá de la revancha contra los jueces y/o los pérfidos panistas, el plan de Critón atentaba contra las leyes democráticas y las instituciones de Atenas.

Y aquí es donde Sócrates topaba con la piedra que topa todo auténtico demócrata (Cuauhtémoc Cárdenas incluido): como ciudadano, Sócrates se había beneficiado de las leyes e instituciones de su país; fueron ellas las que en su momento le permitieron vivir en paz y libertad, dedicarse a la filosofía, casarse y educar a sus hijos como le vino en gana. Ya como adulto, Sócrates reconocía (no como otros) haber tenido tiempo de examinar las leyes y modificarlas...

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