Colaborador Invitado / Agustín Carstens: Recorrer el último tramo

AutorColaborador Invitado

Las turbulencias financieras desencadenadas por la pandemia del coronavirus nos traen malos recuerdos de la crisis financiera de 2008. Los síntomas externos (caída de los precios de los activos y endurecimiento de las condiciones crediticias) son similares, pero existen notables diferencias. Estas son importantes, dado que la respuesta en esta ocasión va a tener que llegar más lejos que el conjunto de medidas adoptadas en la anterior crisis.

Las intervenciones de los bancos centrales para atajar la crisis deben llegar a las personas y las empresas que, en última instancia, son las perjudicadas. El último tramo del canal por el que debe transmitirse esa ayuda todavía no se ha construido y debe establecerse de manera urgente.

Uno de los factores que distinguen a esta crisis de la de 2008 es el conjunto de actores implicados. En 2008 se produjo una crisis bancaria global surgida en torno a prestamistas sobreendeudados. Entonces, los bancos centrales contaban con instrumentos directos para mitigar la tensión en el sistema bancario, como proporcionar financiación a los bancos en dificultades, o realizando compras de activos.

Hoy, el sector bancario tradicional tiene una participación menor en el conjunto del sistema financiero, mientras que la financiación a través de los mercados ha adquirido mayor importancia. El peso de los inversores institucionales y otros intermediarios no bancarios ha crecido, y las empresas de la economía real dependen más de ellos. Esta es una de las razones por las que, en esta ocasión, las tensiones se están dejando sentir en mercados de financiación como los de títulos comerciales y bonos corporativos.

Sea cual sea su tamaño, las empresas necesitan capital de trabajo, sobre todo cuando forman parte de una cadena de suministro. Los activos a corto plazo de una empresa, como los créditos a clientes -el dinero que le adeudan otras empresas de la cadena de producción-, constituyen una parte sustancial de sus activos totales. Estos créditos a clientes tienen su contrapartida en las deudas con proveedores contabilizadas en el pasivo del balance. Las cuentas por cobrar y las cuentas por pagar se entrelazan para formar el tejido que mantiene unidas a las empresas de una economía y, por supuesto, a las cadenas mundiales de suministro (las llamadas "global value chains"). Además, las empresas recurren cada vez más a la financiación en los mercados para obtener capital de trabajo, y a financiación en dólares estadounidenses...

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