Colaborador Invitado / Angélica López Gándara: Las tórtolas se fueron

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Camino por la Alameda Central, cerca del Palacio de Bellas Artes. Me arden los ojos y la garganta; la visión borrosa se la debo al humo que está por todos lados. La Ciudad de México alcanzó los más altos índices de contaminación debido a incendios, agregándose a la polución permanente de los motores de combustión interna. Esta ciudad es enfisematosa e inmunosupresora; está hecha de conjuntivitis y de sorpresas. Gracias a ella se han manifestado cosas de mí que ignoraba. Aquí soy más veloz que los automóviles: busco en Google Maps cómo llegar a algún sitio y me dice que si camino tardaré 20 minutos y si voy en coche será una hora; cuando la tierra tiembla soy rapidísima para bajar escaleras y me di cuenta de que puedo soportar los olores más ácidos que parecen sazonados con comino, cuando subo al Metro en hora pico y con calor. Al descubrir la ciudad me descubro a mí misma.

Soy flâneur, camino las calles. No encuentro la salida del laberinto, quiero imitar a Dédalo y volar, pero como su hijo Ícaro, se me derriten las alas. He vivido por dos años en la Capital y no la conozco lo suficiente. No obstante, me ha dado la felicidad de nuevos amigos y conocimientos viejos, ignorados por mí. La ciudad me ha provocado risas, sustos y asma. Y disfruto de su teatro, cine y música. He pensado en abandonar este lugar de caos y asombros, pero sé que no me extrañará ni un Imeca. Recapacito, está ciudad es apasionante, por eso le he perdonado que me haya quitado algo que toda mi vida me había acompañado: el canto de las tórtolas. Desde que comenzó la contingencia ambiental dejé de escucharlas. Tengo esperanzas de que la contaminación disminuya lo suficiente. ¡Que regresen los días de trinos!

Veo la ciudad con melancolía. A mi memoria llega la frase del filósofo francés Jacques Ellul: "No hay soluciones políticas, sólo tecnológicas, todo lo demás es propaganda". Es verdad, la ciencia y la tecnología han hecho mucho por liberar a la humanidad de enfermedades y trabajos forzados. El más grande ejemplo es la...

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