Colaborador Invitado / Enrique Olvera: Un futuro mejor

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Cuando me despierto, trato de recordar mis sueños, buscando en ellos alguna señal de alerta para el futuro. De inmediato transito a la realidad; hago un ejercicio de análisis, leo un breve reporte de las noticias, especialmente de los países avanzados -no en términos socioeconómicos, sino en términos de la pandemia-. Tampoco encuentro ahí mucho más que me ayude a imaginar el futuro. No el futuro inmediato, el de las próximas semanas. Ese futuro me parece bastante predecible: distanciamiento social, medidas extraordinarias de higiene; racionamiento, en una sola palabra y en todos sentidos. Pero el futuro a mediano plazo me parece mucho más difícil de vislumbrar. El futuro de unos meses o unos años.

Escuchamos constantemente sobre la nueva realidad, y que nada será igual, nunca. En efecto, se trata de un momento complejo que a ninguno de nosotros nos había tocado vivir. Un momento de quiebre, no porque la normalidad a la cual estábamos acostumbrados no estuviera fracturada, pero sin duda la pandemia la acabó de quebrar. El camino que llevábamos no parecía tener futuro promisorio, el crecimiento descontrolado estaba terminando con los recursos y concentrando cada vez más la riqueza. El malestar social derivado de la falta de intervención de los gobiernos resultó en cambios radicales en los gobiernos elegidos democráticamente en varias partes del mundo. En un grito de desesperación (como cuando un restaurante pone una manta gigante promoviendo bebidas al dos por uno) la sociedad pidió auxilio, pidió que terminaran las épocas de indiferencia, de protección y privilegios para algunos pocos, con la esperanza de que vendría un cambio.

Pero ese cambio jamás vendrá de los políticos. Sólo vendrá de nosotros. Si en verdad queremos que las cosas cambien, que no haya corrupción, que haya mejor distribución de la riqueza, debemos ser mucho más conscientes de las decisiones que tomamos, por ejemplo, y por supuesto entre muchas otras cosas, de a quién le consumimos. Debemos fomentar el consumo hacia los pequeños productores. En ese sentido, veo esta coyuntura como una gran oportunidad, quizá mucho más real que las elecciones, para que de manera individual y colectiva cambiemos aquello que consideramos equivocado, y que sigamos y fortalezcamos eso que nos da orgullo y felicidad de nuestro pasado. No hace falta romperlo todo, no hace falta tirarlo a la basura. En nuestra forma de vivir hay mucha sabiduría, hay trabajo acumulado de generaciones. En una semilla...

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