Colaborador Invitado / José Antonio Polo Oteyza: Temporada de zopilotes

AutorColaborador Invitado

El Estado no se cae. Lo tiran al ritmo frenético de órdenes draconianas. No hay proyecto, pues no hay alguien ahí que redacte una cuartilla que no sea un engrudo de absurdos y cursilerías. Lo que sí hay es un objetivo primario, inamovible: subordinar voluntades para acumular poder, y conservarlo hasta que la vida alcance. Mucho dice de un político el que se debilite con ciudadanía y se fortalezca con clientelas, pero el caso es que, para mantenerlas, deben repartirse carretadas de cheques, ahora con valor extra en una economía que el propio gobierno colapsa. En complemento, con el cuento del combate a la corrupción, se eliminan estructuras y programas que pudieran interponerse entre quien regala el dinero y quienes lo reciben. Además, como parte del objetivo autoritario, se empuja a las Fuerzas Armadas arriba y al centro de la gran bronca nacional, la seguridad pública, otorgándoles facultades de policía en la Constitución, más presupuesto, mando de policías locales, negocios y, por supuesto, la Guardia, creada a costa de la Policía Federal aunque, ya entrados en autofagias, quizá también a costa del propio Ejército, al que el presidente, ya nos lo dijo, también quiere desaparecer.

Carthago delenda est, decían los romanos, refiriéndose a la destrucción absoluta de su enemigo eterno. En este caso, el enemigo es el Estado mismo, al que ahora se pervierte para dirigirlo contra sí mismo. Si hace casi cuatro décadas el gobierno comenzó a vender empresas, la "grasa", se decía, en esta etapa inferior del neoliberalismo lo que procede es destruir el esqueleto, la estructura; esto es, las instituciones y las leyes como las conocemos. No se sabe si el impulso proviene de la vanidad, la religión o el resentimiento, o de las tres, pero una venganza recorre a México. Además de la destrucción, se inducen emergencias en todos los ámbitos, que se apilan sobre las espaldas de un Estado que trastabilla mientras se desmorona. Y además de la destrucción, y de las emergencias inducidas, se promueven humillaciones a individuos, grupos y gremios. Por lo visto se acumularon impaciencias que hoy encuentran desahogo en escenas en las que se presume que se viola la Constitución, o que se mutila una institución, o que se elimina un programa social, o que se echa a la calle a miles de funcionarios. Y bueno, sí, el Estado mexicano es deficiente e insuficiente, como todos los Estados... y es, también, lo que permite el accidentadísimo funcionamiento de este gigante que...

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