Colaborador Invitado / Perú: entre el cáncer y el sida

AutorColaborador Invitado

José Carlos Paredes

Periodista peruano, maestro de la Universidad Iberoamericana.

Lo único predecible en las elecciones presidenciales de Perú es que siempre son impredecibles. Así ha pasado en los últimos 20 años. Pareciera que a los peruanos nos gustan las finales de suspenso. Hemos hecho de nuestro sistema electoral un juego a dos tiempos cuyo máximo premio es elegir al mal menor. La primera vuelta empieza con una hemorragia de candidatos que atomizan el voto hasta lograr que ninguno de los 10 o 12 -el promedio de candidatos presidenciales- tenga mínimas posibilidades de alcanzar más del 50 por ciento de los votos para hacerse Presidente en un solo acto. Es una primera carrera donde ni el más irresponsable de los encuestadores se atreve a dar pronósticos contundentes. La segunda vuelta es un plebiscito. Sólo que al revés. Los electores vamos a las urnas para decir a quién no queremos como Presidente. Así pasó en 1990 cuando Mario Vargas Llosa -que se consideraba Presidente dos semanas antes de las elecciones- perdió ante un desconocido hijo de inmigrantes japoneses. No elegimos a Fujimori, votamos para que Vargas Llosa no fuera Presidente.

En 2001 la elección tuvo otro cariz pero fue, creo, igual de plebiscitaria. Los peruanos alzamos como Presidente al candidato que antes había sido víctima del fraude electoral de Fujimori. Optamos por Alejandro Toledo porque sentimos que sí era peruano, descendiente directo de nuestros antepasados, y no un japonés que había renunciado a la Presidencia de Perú vía fax desde su lejano país, al que se había fugado por un escándalo de corrupción sin precedentes. Esa elección fue una reivindicación nacionalista.

En la última elección presidencial, en 2006, la segunda vuelta nos puso ante un serio dilema que el imaginario popular resumió con una metáfora de sala de emergencias: escoger entre el cáncer y el sida. El cáncer era Alan García -cuyo primer gobierno fue el peor de la historia republicana del país- y el sida tenía el rostro del comandante Ollanta Humala, considerado pupilo de Hugo Chávez. La mayoría optó por el cáncer, quizá confiando en que la mancha impregnada en la biografía de García iba a tener efectos de sofisticada quimioterapia para evitar que se repitiera el desastre de su primera experiencia (1985-90).

Y, aunque salpicado con algunos escándalos de corrupción, García ha continuado con el modelo de crecimiento económico. La inflación -que en su anterior gestión fue hiperinflación- ha sido de...

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