Colaborador Invitado / Juana Inés Dehesa: ¿Qué celebramos?

AutorColaborador Invitado

La pregunta tiene varias maneras de responderse. La primera le debe menos al discurso oficial y más a esa verdadera educación básica que recibimos los niños mexicanos de la década de los ochenta: la publicidad. Lo siento, pero mi idea de patria está inextricablemente ligada con un comercial de cerveza que pasaban en el cine antes de los cortos (oh, qué tiempos aquellos en que existía un cine en la chilanga colonia del Valle en forma de barroquísimo castillito y que todavía no se consideraba sacrílego traer a los niños rebotando dentro de los coches y exponerlos a comerciales de bebidas embriagantes); en el anuncio, pues, se escuchaba el Huapango de Moncayo y se veían las playas, las planicies, las montañas y las bellezas naturales de nuestro país. Supongo, aunque no lo recuerdo con tanta certeza, que también aparecerían por ahí las infaltables mujeres de tez bruñida, ojos color café de Chiapas y trenzas de azabache interpretando la Guelaguetza; algunas ruinas mayas; unos hombres de mirada franca y ánimo inquebrantable (o sea, se les veía luego, luego); unos retablitos coloniales, por no dejar, y todas esas maravillas que nos dicen que vuelven entrañable y defendible a nuestro México. El mismo México que, merced al coraje y valentía de nuestros héroes, logramos arrebatar a los pérfidos gachupines y convertir en nuestra nación, una nación libre y soberana.

Ese conjunto, pues, es una parte de lo que celebramos no sólo cada 15 de septiembre, sino cada vez que sentimos nuestra alma insuflada de ánimo patriótico. Cuando andamos particularmente cursis y vemos ondear nuestra bandera (el lábaro patrio, porque ya dije que andamos particularmente cursis) contra un cielo intensamente azul, o cuando paseamos por una plaza y los acordes chirriantes, como de gato exprimido, del vals Alejandra nos hacen pensar que no hay organillo que no anuncie una forma de primavera, o hasta cuando nos enteramos de que algún connacional (de preferencia, bien discapacitado), con hartos esfuerzos y desafiando todas las expectativas, ha conquistado algún tipo de logro, reconocimiento o medalla internacional. Inmediatamente, la patria impecable y diamantina se nos desborda hasta por las orejas, nos envolvemos en una metafórica bandera y portamos la credencial del IFE y el pasaporte como medallas al mérito.

Pero...

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