Colonia Roma: De la ruina a lo hipster

AutorSamuel Adam

Fotos: Aggi Garduño

Frente a la Plaza Luis Cabrera, en la esquina de Orizaba y Zacatecas, un predio acondicionado como restaurante al aire libre, con mesas de madera, palapas y huacales con plantas, luce lleno de comensales.

Es la hora de la comida. Fred Clap, diseñador de videojuegos, decide qué tipo de carne BBQ va comer junto con su hermana; Antonio Pratz, empresario, espera con dos colegas su orden de costillas, y Nancy Paredes, publicista, se acomoda con su familia después de recoger a su hijo de la escuela. Otros más esperan formados un lugar disponible, algunos acompañados de sus mascotas.

Pedro Ochoa y Roberto Craig, dueños del "Porco Rosso", viajan a lo largo del día en motocicleta para revisar otro de sus restaurantes en una casona porfiriana, a pocas calles de distancia. Para ellos, el concepto de cualquier negocio debe adecuarse al espacio que tienes disponible, no al revés.

Antes de ser un negocio de carne BBQ, el "Porco Rosso" era un estacionamiento. Años atrás había sido un terreno baldío y, hace 30 años, un edificio de departamentos que se cayó en el mayor sismo de la historia contemporánea.

Sin embargo, en la esquina de Orizaba y Zacatecas -como en casi toda la colonia Roma-, se superó el desastre.

Con el tiempo, vecinos y empresarios han edificado una nueva colonia, capaz de albergar todo tipo de sitios: florerías, cervecerías; tiendas de ropa, de tenis, de abarrotes, de productos orgánicos, de bicicletas, patinetas y patines; cines de arte, librerías de viejo, restaurantes y mercados gourmet, restaurantes vegetarianos, mezcalerías, galleterías, taquerías con mesitas y percheros, taquerías con barra y banquitos, jardines con grandes estatuas, tianguis, estudios de tatuajes, jardines y restaurantes para perros, camellones estilo europeo, dulcerías, cafeterías, galerías de arte, bazares, heladerías, antros, barberías tradicionales y barberías contemporáneas...

Distintas generaciones convergen hoy en la primera zona creada como fraccionamiento habitacional de la Ciudad de México, a principios del siglo XX. Un barrio lleno de tradición e historia, en donde aún son notorios los huecos dejados por el terremoto.

Sus habitantes, que hace 30 años pedían auxilio tras el desastre, hoy exigen a la autoridad controlar su crecimiento para preservar el pasado que los identifica como comunidad.

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A fines de 1985, la Roma era un desierto.

Con el terremoto, llegó el shock, la ansiedad y las escenas aún arraigadas en la memoria colectiva: edificios cayendo, gente removiendo escombros para buscar a más gente, campamentos en la avenida Álvaro Obregón donde diariamente se distribuían 7 mil 500 platos de comida, puestos de enfermería improvisados en la fuente de La Cibeles, listas de desaparecidos pegadas en las puertas y ventanas de casas y vecindades.

Después, vino el abandono.

La delegación Cuauhtémoc, que además de la Roma sufrió daños en Tlatelolco, el Centro Histórico, la colonia Guerrero y la zona de la Alameda, tenía 815 mil...

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