Comparte Olvera pasión operística

AutorErika P. Bucio

"Saber que mi voz sirve de instrumento para alimentar las almas no tiene precio", dice Rebeca Olvera.

La soprano mexicana, solista de la Ópera de Zúrich desde hace una década, recibirá la Medalla Ortiz Tirado el 20 de enero en Álamos, Sonora, un día después del arranque del Festival Alfonso Ortiz Tirado.

Su oficio, dice en entrevista, le ha permitido vivir de lo que más le apasiona.

"Es increíble que me paguen por cantar, y encima contando historias que entretienen y con música que anima a cualquier corazón roto", señala quien acaba de concluir funciones de El comte Ory, con Cecilia Bartoli, en Zúrich.

Su encuentro con la me-zzosoprano italiana fue providencial. La cantante que llevaría el papel de Iris en Sémele, de Händel, con Bartoli como protagonista, enfermó. Olvera tuvo que aprenderse el papel en medio día. Toda una hazaña que atestiguó también William Christie.

Ése fue el principio de una colaboración que llevaría a la mexicana al Festival de Salzburgo. Con Bartoli, directora artística desde 2012 de la extensión del festival en Pentecostés, cantaría Norma. Su debut en la ciudad austriaca coincidió con la presencia de otros dos connacionales, Rolando Villazón y Javier Camarena, y volvería posteriormente con Ifigenia en Táuride.

Cantar con Plácido Domingo en 2017, en un concierto benéfico en Puebla, su tierra, significó una gran satisfacción en su carrera. Y ahora ambiciona cantar en un título operístico con el tenor español.

Hasta la universidad, Olvera parecía destinada a una carrera ajena al canto. A punto de terminar sus estudios en Ciencias de la Comunicación, se unió a un grupo de aficionados al arte en la universidad que decidió montar El fantasma de la ópera. Ella era la única capaz de alcanzar los agudos.

Federico Ituarte, entonces su amigo y ahora su esposo, padre de sus dos hijas, la escuchó. "Tienes buena voz para la ópera", le dijo. Y comenzó a acercarle materiales. Era todavía un pasatiempo cuando buscó una maestra de canto, que, al escucharla, la mandó directo al Conservatorio Nacional.

Una llegada tardía. Olvera, de 21 años, no sabía leer...

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