Concertan sabios visión del mundo

AutorErika P. Bucio

En el verano de 2017, se produjo un encuentro entre Noam Chomsky y José Mujica.

Sucedió en la casa del segundo, a 40 minutos de Montevideo, donde ambos conversaron durante un fin de semana de aquel julio.

A pesar de ser un influyente intelectual a nivel mundial, Chomsky, lingüista estadounidense de 91 años, y Mujica, ex Presidente uruguayo de 84 años, nunca se habían tratado ni mucho menos conversado.

Fueron más de 20 horas de conversaciones registradas para el documental Chomsky & Mujica, de Saúl Alvídrez, quien propició el encuentro.

"Ambos personajes se tienen un respeto enorme, y a ambos les parecía una pena que no se hubieran visto jamás", responde el mexicano, enfrascado desde hace cinco años en el proyecto, ahora en post-producción.

En aquel momento, rememora el director de 31 años, Mujica ya no era Presidente ni América Latina estaba tan convulsionada como en los últimos cuatro o cinco meses, pero en México ya se veía venir el cambio.

En las conversaciones afloraron los temas de corte intelectual pero también introspectivo.

Barrieron el globo con sus reflexiones sobre geopolítica, hablaron de cooperativismo y sindicalismo, de democracia participativa, de griegos y democracia, de cultura y de los principales retos para los más jóvenes, los destinatarios del documental. Así como abordaron la vida, la muerte, la libertad, la vejez, la felicidad y el amor.

"Ambos tienen biografías impresionantes. De hecho, la plática inició (contando) de cuando ambos eran jóvenes, de sus viajes a la extinta Unión Soviética y China", relata Alvídrez.

El director, quien fue una de las cabecillas del movimiento #YoSoy132, cree que la oportunidad de haber grabado en casa de Mujica generó un ambiente más íntimo y facilitó el diálogo a pesar de la barrera del idioma, pues Chomsky no habla español ni Mujica inglés.

El estadounidense es un hombre más bien reservado respecto a su vida personal, sin embargo, en el encuentro se mostró abierto y con sentido del humor, señala Alvídrez, quien con este trabajo se estrena como documentalista.

En un principio, consideraron la posibilidad de grabar en Río de Janeiro, porque la esposa de Chomsky, Valeria, es brasileña, pero al final optaron por la casa del uruguayo. Las jornadas comenzaban hacia las 10 de la mañana y terminaban a las 7 u 8 de la noche, tiempo en el que bebían té, salían a caminar o dar un paseo en el viejo Volkswagen de Mujica, quien además compartía con Chomsky sus libros y fotografías.

Hubo momento...

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