Conciencia de México

AutorJorge Ricardo

Sólo Carlos Monsiváis ha sido capaz de escribir la biografía de Carlos Monsiváis, pero lo hizo en 1966, cuando apenas tenía un libro publicado, 28 años y no conocía Europa. Salvo la edad a la que murió, 72 años, nadie puede precisar los totales de su vida. Ni el de sus crónicas escritas ni el número de los libros en su biblioteca ni el de sus colecciones. Carlos Monsiváis perteneció a esa estirpe de escritores que se vuelven leyenda, mito, mucho antes de su muerte. Su presencia fue infinita, y esa, también, es la medida de su pérdida.

"Nadie puede responder a la pregunta de quién es Carlos Monsiváis", afirmó en 2006 su amigo más antiguo, José Emilio Pacheco, aunque algunos ya lo habían intentado. Octavio Paz: "Es un nuevo género literario". Adolfo Castañón: "Es una agencia de noticias". Sergio Pitol: "Es un hombre llamado legión". Raquel Tibol: "Es imprescindible, igual que Dios".

"Soy un clon de mí mismo", dijo en 1997, con su ironía cotidiana, el autor de Días de guardar. Un clon que, como Dios o como el diablo, estaba y no estaba en todas partes. El 21 de agosto de 2003 no estuvo en la Sala Manuel M. Ponce. "México está en una crisis de abasto. Se ha quedado sin clones de Monsiváis", dijo entonces el editor Jorge Herralde.

Monsiváis, la agencia de información, era el escritor más conocido en México, y sin embargo durante más de dos meses, desde el 2 de abril cuando fue internado por una fibrosis pulmonar, su salud fue un misterio de tres palabras: "Grave pero estable". Lo siguiente que se supo fue que había muerto.

Decir que Carlos Monsiváis era la conciencia crítica de un país a la deriva, se convirtió en un lugar común que no por eso era mentira. Monsiváis lo confirmó, por ejemplo, cuando al recibir el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2005 les espetó a los funcionarios del PAN: "Aunque en el sigilo obtenga sus victorias administrativas, el fundamentalismo de la derecha ha perdido en México una tras otra las batallas culturales".

Mordaz, certero, implacable en contra de los voraces poderes económicos y de la cultura más homófoba, racista, dogmática y conservadora, se presentaba como periodista, y no como cinéfilo, coleccionista, crítico social, militante de causas perdidas, amante de los gatos, ganador de premios -del Anagrama de Ensayo en 2000 al doctorado "Honoris Causas Perdidas" en 2008-, extra en películas y telenovelas o el cronista de todo lo que se moviera sobre la tierra.

En 2006 le preguntaron de qué no había escrito. "De toros no hablaré nunca", respondió. "Si la actividad de su máquina de escribir se transformara en electricidad, Monsiváis podría iluminar una ciudad de buen tamaño", señaló Juan Villoro.

La Biblioteca Nacional tiene registro de 234 documentos de él o sobre él, de la traducción que hizo en 1966 de Los Archivos secretos de James Bond al prólogo a los comunicados del EZLN, en 1955, a sus ensayos de Aires de familia.

Pero antes, en su autobiografía, Carlos Pascual Aceves Monsiváis, Monsi, para quienes lo querían, se presentaba como el niño, hijo único...

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