Constructor del náhuatl

AutorYanireth Israde

Evaristo Hernández Martínez, hoy poeta en lengua náhuatl y albañil, respingaba cuando su abuelo, de oficio campesino, le decía que agachara la cabeza y acatara la palabra del patrón.

Originario de San Martín Chalchicuautla, el corazón de las tres huastecas en San Luis Potosí, porque allí convergen la potosina, la hidalguense y la veracruzana, abandonó el terruño a los 13 años para buscar sustento, primero, en paleterías de Reynosa, y luego trabajando en obras mexiquenses y de la capital del País, por ejemplo en la Línea B del Metro, que corre de Buenavista a Ciudad Azteca.

Pero no dejó la lengua náhuatl ni la rebeldía -promovida en parte por su afición a Ernesto "Ché" Guevara- que atizaba su indignación ante el sometimiento y le hacía rechazar los consejos de los maestros que consideraban un estorbo su idioma.

Un día, en un tianguis, cuenta, un libro sobre lengua y literatura náhuatl atrapó su mirada. Estaba impresa, preservada en papel, la cultura que desacreditaban en la escuela.

"Fue un parteaguas. Se me hizo muy atractivo empezar a profundizar en la lengua, cuando muchos nos habían dicho que no sirve, que era un estorbo para la civilización, porque ése era el término que utilizaban los profesores en la primaria: 'Olvídate del náhuatl, civilízate', decían. Algunos se la creyeron y el costo de eso es la pérdida de la identidad, del interés por nuestro origen", relata durante una pausa de su faena en una obra en la Colonia Guadalupe Victoria, en Ecatepec, donde construye una cisterna.

¿Por qué usted no hizo caso de lo que decían sus maestros?

He sido, hasta cierto punto, rebelde; me gustan los ideales del "Ché" Guevara -parte de ellos- y me he mantenido firme al origen, sobre todo cuando mi abuelo nos decía esa frase que se me hacía injusta: "Cuando el patrón hable, agachas la cabeza y te callas. El patrón siempre tiene la razón". "¿Cómo?", preguntaba yo: "Si él dice que una naranja es roja: ¿cómo le voy a decir que es roja si es verde o amarilla?".

No comulgaba, no comulgo con la idea de la sumisión. Y cuando empecé a compartir el náhuatl en talleres, mi hermano me decía: "¿A quién crees que le va a interesar esa cosa?". "Újule", respondía yo, "con una persona que se interese, para mí es mucha ganancia". Y me he mantenido firme. Quizá sea el amor a mi madre lo que me mantenga firme en esta lengua.

Con su madre, habla náhuatl. Su padre también lo habla, pero a sus hijos prefirió hablarles siempre en castellano, y ellos hicieron lo mismo...

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