CONTRACORRIENTE / La OTAN en Libia

AutorFarid Kahhat

Se acusa con frecuencia a las potencias de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de mantener un doble estándar en su política hacia Medio Oriente. Y es una acusación válida. Estados Unidos, por ejemplo, mantuvo un silencio cómplice respecto a la represión de la que fueron víctimas civiles inermes en Bahréin (no es casual que se ubique allí la Quinta Flota de su Marina de Guerra, y que su entonces Secretario de Defensa, Robert Gates, estuviera en ese país un día antes de que entraran en él tropas del Consejo de Cooperación del Golfo): es decir, enarbola un discurso de respaldo a la democracia ante autoritarismos hostiles (Libia, Irán, etc.), mientras tolera la represión contra quienes exigen reformas democráticas en autoritarismos aliados.

El problema con la acusación de doble estándar no es su veracidad, sino las consecuencias que se pretenden derivar de ella. No es, por ejemplo, una consecuencia lógica de esa premisa que, por simetría, las potencias de la OTAN debieran guardar también un silencio cómplice respecto a una represión aún mayor contra la población civil en Libia.

Concuerdo, por ejemplo, con quienes creen que supone una contradicción flagrante el que China y Estados Unidos pidieran a la Corte Penal Internacional investigar los crímenes del líder libio Muammar Gaddafi, mientras ellos permanecen al margen de su competencia. Pero la pregunta es si ese no debiera ser más bien un argumento en favor de exigir que China y Estados Unidos suscriban el Estatuto de la Corte Penal Internacional, antes que en favor de hacer extensiva al régimen libio la impunidad de la que gozan esas potencias.

Pero la intervención militar de la OTAN en Libia produjo consecuencias tan lamentables como previsibles. Una de esas consecuencias deriva del hecho de que la OTAN intervino bajo la premisa de que la mejor forma de cumplir con el mandato del Consejo de Seguridad de la ONU (proteger a la población civil), era derrocando al régimen que la victimizaba en el presente, y que la reprimió durante décadas. El problema es que, siendo ese un argumento plausible, derrocar al régimen libio no era parte del mandato contemplado por la resolución del Consejo de Seguridad, con lo cual la operación de la OTAN se colocaba al margen de la legalidad internacional.

La OTAN podía argumentar entonces que si bien no cumplía con la letra de la resolución, sí cumplía con el principal objetivo establecido por ella: proteger a la población civil (es decir, un...

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