Miguel Covarrubias: Muestran al arqueólogo apasionado

AutorSylvia Navarrete

Los homenajes póstumos y otras conmemoraciones suelen suscitar las peores sospechas y evocar de inmediato inauguraciones con discursos grandilocuentes y cortes de listón. No todos los aniversarios tienen ese tufillo a naftalina. Un ejemplo: este año se cumple el centenario del nacimiento de Miguel Covarrubias (1904-2004), artista formado principalmente en Nueva York como caricaturista durante el auge de la prensa cultural, pero que amplió sus singulares inquietudes estéticas a la investigación antropológica y arqueológica, y que hoy es reconocido como uno de los casos más carismáticos y fecundos de sensibilidad y receptividad artísticas.

Si bien la sonada retrospectiva del Centro Cultural Arte Contemporáneo, en 1987, rompió el silencio en torno a este personaje, hace 17 años que no se organiza una exposición que retome los cabos sueltos de su historia, problematice las complejidades y contradicciones de su trayectoria por demás atípica, y proponga balances críticos acerca de su obra pictórica. Covarrubias fue un excepcional dibujante (amenizó las páginas de las revistas neoyorquinas más glamorosas de los años 20 a 40, Vanity Fair, The New Yorker y Vogue, entre otras), y su exploración de las culturas primigenias lo condujo a desarrollar en su pintura un lenguaje naturalista sencillo, decorativo y naif que de pronto raya en cierto sentimentalismo. Pero Covarrubias fue mucho más que caricaturista único y pintor desconcertante, y esto es precisamente lo que valdría la pena recordar ahora. Varias son las iniciativas aisladas que intentarán hacerlo a partir de noviembre (Covarrubias nació el 22 de ese mes): dos muestras individuales (en la Casa-Museo Luis Barragán y en el Museo Mural Diego Rivera) y dos libros (la edición en español, por la Universidad Veracruzana, de The Island of Bali, publicado en Nueva York en 1937, y un volumen ilustrado basado en el extraordinario archivo conservado en la Universidad de las Américas-Puebla, proveniente del legado de Luis Barragán, quien, a su vez, lo heredó de la esposa de Covarrubias, Rosa).

Por lo pronto, el Museo del Templo Mayor (INAH) tomó la delantera e inauguró en su vestíbulo una pequeña exposición, titulada Miguel Covarrubias, arqueólogo apasionado. La idea que plantea este modesto proyecto es que Covarrubias no fue un "aficionado" ("antropólogo por afición", dijo alguna vez Salvador Novo) sino un "apasionado", lo cual equivale a seguir confinándolo fuera de la esfera de lo "profesional". En vida...

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