Las credenciales de Rossi

AutorFernando Rodríguez

Estas palabras, breves, dedicadas a un autor que ama la brevedad, deben comenzar por el señalamiento de que la edición de este libro se trata, primariamente, de un acto de amistad, entre otras cosas porque su autor sostiene y practica una hiperbólica concepción de ésta. En efecto, fue el poeta Eugenio Montejo el primero al que se le ocurrió que sus innumerables amigos venezolanos le debían un homenaje a este venezolano singular. Me supongo que no le fue nada difícil convencernos a muchos, a Antonio López, a ustedes y a mí de lo justo de la empresa. Quien lea las páginas de estas Cartas credenciales no tendrá la menor duda de la legitimidad de esa identidad venezolana aludida: lo es, ante todo, por la razón más profunda, edípica, la madre venerada, caraqueña de pura cepa; por sus inolvidadas vacaciones infantiles -la patria es la infancia y no las estatuas ni los signos castrenses-; por esa negra criolla que le enseñó, leyéndole Las mil y una noches, que la vida tenía un ritmo musical narrativo; por pertenecer a una abigarrada colmena familiar venezolana que siempre lo ha acompañado y que se remonta hasta próceres de la mayor valía; porque toda la vida ha seguido adherido a amistades -en el libro está el adolorido y exultante retrato de Juan Nuño-, academias, artes -de nuevo los remito al hermoso reconocimiento a la grandeza de Armando Reverón, demiurgo de su propio universo- de estas credenciales. Y, sobre todo, apasionado por las pequeñas victorias y las grandes zozobras de estas tierras. Hace unos días me llamó angustiado para saber lo que había pasado realmente el famoso 15 referendario; es muy probable que lo supiese mejor que yo, pero quería confirmarlo. De manera que es de toda justicia este homenaje al que esperamos sucedan otros -y probablemente sucederán muy pronto- porque siempre es deseable exaltar a un extraordinario escritor pero más obligante es hacerlo con quien es tan entrañablemente nuestro.

Pero dije venezolano singular. Porque la lectura de estas páginas nos revelan que además de venezolano es italiano, argentino, europeo filosóficamente -algo alemán, pero seguramente anglosajón- y, claro, mexicano.

Todo ello, con altas intensidades. Italiano por su padre, por sus primeros años, por esa lengua natal tan inscrita en sus entresijos creativos más hondos que le impidió de por vida escribir poesía porque nunca pudo recuperar aquellas lejanas consonancias iniciáticas; argentina fue su adolescencia, donde pudo un día seguir ensimismado a un Borges solitario alejándose por una calle de Buenos Aires, para continuar siguiéndolo el resto de sus días y donde...

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