El creyente: Reflexionan sobre la judeidad

AutorMauricio Hammer

Con sus 613 preceptos, un Dios sin rostro y apenas la vaga promesa de una vida mejor después de la muerte, la judía puede ser una religión terriblemente exigente. A diferencia del misericordioso Jesús o el sonriente Buda, el Dios de los judíos es a veces un juez implacable y vengativo que somete a sus siervos a durísimas pruebas de lealtad y adhesión, llegando incluso a parecer caprichoso. Así, desde niño, Danny Balint, personaje central de El creyente (The Believer, Henry Bean, 2001), declara la guerra contra su propio Dios, su propia religión y su propia gente. Danny nunca deja de creer en Dios, sólo decide combatirlo desde dentro de la fe. Centrándose en el episodio bíblico del sacrificio de Isaac, cuando el Señor exige a su súbdito más leal que le demuestre su fe sacrificando a su hijo más querido, sólo para enviar a un ángel a detener el crimen en el último momento, el pequeño pero agudo estudiante de Torá concluye que el episodio es más una demostración de la autoridad infinita del Señor que un gesto devoto por parte de Abraham.

Tomando como base un hecho real -el suicidio del neonazi de origen judío Daniel Burros en los años 60-, el director Henry Bean construye la compleja historia de un individuo desgarrado entre un judaísmo que le quema las entrañas y un neonazismo con el que intenta apagar el fuego, para quedar trágicamente atrapado entre ambos. El creyente se erige así en una amplia y ambiciosa reflexión acerca de la condición judía en particular y étnica en general dentro de la América secular de hoy: por una parte, el peso de ser siempre extranjero en la propia tierra; por el otro, la tentación de escapar a esta condición sin posibilidad alguna de conseguirlo.

Por más que la cinta pueda resultar polémica desde el punto de vista político -aunque ganó en el Festival Sundance 2001, en Estados Unidos no consiguió exhibición comercial y en México apenas se le desenlata tras cinco años-, el verdadero ámbito donde se desenvuelve El creyente es el filosófico y confesional: cuando al militante Balint sus compañeros le plantean acciones fascistas acordes con el mundo de hoy y le hacen ver que luchar contra los judíos ya no es relevante, él asegura que es todo lo contrario, "pues son ellos lo único que todo mundo odia aunque no entienda". Los judíos están enfermos y su enfermedad se llama abstracción. Entrevistado y desenmascarado por un reportero -otro elemento tomado de la historia real de Burros, y justo el que desencadena su muerte-...

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