La Crónica... / Se casó con su primer novio

AutorNicolás Sánchez Osorio

Ya es raro. Ya casi nadie se casa con el primer novio. Pero la de Vivianne Serrano Velarde y Ricardo Gamboa Alarcón, el sábado pasado en Cuernavaca, fue como las bodas de novela.

Después de 10 años de ser novios, después de una larga historia de amor, se casaron. Ella con el único hombre que conoció. El con su primera novia. Vivianne estaba resplandeciente y feliz de verse finalmente en el marco de su boda.

Es la chica perfecta: estudió en Suiza y habla cuatro idiomas. Sus padres: Ramón Serrano Segovia, rejoneador de cuerpo y alma, y Vivianne Velarde son de los que han dado todo a las hijas.

Los Serrano abrieron su palaciega Villa de Atlacomulco, Morelos, para la boda con unos 700 invitados. La Villa Serrano es parte de la antigua Hacienda de Cortés, y por la propiedad corre un río de aguas transparentes entre jardines muy bien cuidados y en medio de una gran vegetación.

Un set como de película: en donde se diseñó un altar entre cascadas y palmeras muy bien iluminadas, una gran cruz de rosas rojas esperaba a la pareja. En reclinatorios tomaron lugar su corte nupcial: los papás de ella, Ramón y Vivianne Serrano, y los de él, Jacobo y María del Carmen Alarcón Meneses.

Bajo una carpa blanca de unos 15 metros de alto, bien estirada, se dispusieron unas 70 mesas. La mía era la 17. La organizaron Kiko Hohenlohe Von Furstenberg y Andrea Baz, que habían llegado de Nueva York, cada uno por su lado, especialmente para la boda.

Andrea, después de la boda, se regresaría a París para estar con su amigo de toda la vida, Jorge Alemán Velasco, quien festeja en petit comité el 2 de abril su aniversario en Lassere, para mi gusto, uno de mejores restaurantes de la Ciudad Luz.

Kiko es Príncipe e hijo de dos Príncipes: de Alfonso de Hohenlohe Yturbe, muerto el año pasado, y de Ira von Furstenberg Agnielli.

Es mexicano de nacimiento, pero vive en Hawaii, y por supuesto viaja todo el tiempo. Es un tío simpático y muy talentoso y conoce a la tierra entera. Después de la cena y cuando ya había visto gente, fuegos artificiales, y bailado todo lo que pudo se fue a dormir despidiéndose "a la inglesa" (es decir, en silencio, discretamente y sin decirle nada a nadie) a la suite que tenía reservada en la Hacienda de Cortés, justo al ladito de la Villa Serrano.

Al día siguiente salía a Gstaad a esquiar. Así se la pasa. Yo le insistí mucho en que le recomendara a Ira su mamá analizar muy bien los pros y los contras de comprar una propiedad en el centro de Cuernavaca, como...

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