La Crónica... / Sesentones

AutorNicolás Sánchez Osorio

Guillermo Arana no quiso dejar pasar por alto sus 60 años y organizó todo un viaje para que sus mejores amigos estuvieran con el en "su" isla. Hacía años no visitábamos "la tierra de las golondrinas", como se traduce del maya "Cuzamil", y la invitación de Memo, con todo y avión, suite en el Villa Blanca y otros "goodies" no pudo haber sido más placentera.

Despegamos jueves en la mañana, y a bordo de Aerocaribe (9:20 de la mañana con dos horas de vuelo, y buena atención) nos encontramos con el grupito con quienes iniciamos el largo week-end que culminó el sábado con una elegante cena-baile.

Memo y Yudy, su esposa, nos estaban esperando con toda una organización, que incluía flamantes Vans Cadillacs con choferes uniformados de blanco y toallitas húmedas para refrescarnos, una margarita frozen que nos supo a gloria, y transportación especial para las maletas preidentificadas con las etiquetas del hotel, para que nadie se preocupara de nada.

En casa de los Arana, vecina al Villa Blanca, se hospedaron Sergio Villagrán y el actor Hugo Stiglitz, con sus esposas y sus chavitos. Nadie ignora que ambos personajes fueron en la década de los 60 los más famosos playboys de Acapulco.

Sergio tenía coche estacionado en permanencia en los aeropuertos de Aca y del DF y hacía puente aéreo varias veces por semana, entre su discoteca de la Zona Rosa y el puerto. Hugo por el contrario, solía pasar largas temporadas en el invierno, asoleándose en el Villa Vera, con sus inseparables gafas negras y su "cuba" en la mano en el bar-alberca del hotel que animaba Teddy Stauffer.

Agustín y Paty Espinosa Braniff, Carlitos Septién y su novia, Enrique Castillo Pesado y su grupo, Paul Emile Guillet, Milou Trouyet y Angélica González, ocuparon suites en el hotel. A mí me tocó el PH, un espacio abierto muy placentero, con 140 canales en la TV de plasma, aire acondicionado Mitsubishi de los que no hacen ruido, barcito, kichenette equipada con lo elemental para cocinarse una buena pasta, idea que nunca me dio tiempo de poner en práctica, y una fabulosa y enorme terraza, bastante "naif" abierta hacia la costera, la avenida Rafael E. Melgar, desde donde cada mañana admiraba el fabuloso azul coral de las aguas del caribe y sus blancas arenas que contrastaban con los megacruceros que llegan a Cozumel y se estacionan por uno o dos días en estas aguas, que están convertidas en polo de gran atractivo turístico, y en un "must" para los amantes del buceo, quienes lo encuentran un sitio...

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