Crónicas Morrocotudas / Entre el mar y la ciencia

AutorLeslie Alger

¿Alguna vez se ha preguntado qué pasa cuando uno se encuentra a la mitad del Atlántico y la diferencia entre el mar y el cielo es una ligera línea en el horizonte? A Juan Enríquez Cabot le da enorme paz. "Es una maravilla estar sin faxes, sin teléfonos, sin correo electrónico, es un tiempo para pensar, reflexionar... Estar en paz".

Enríquez actualmente dirige el proyecto "Vida y Ciencia" de la escuela de Negocios de Harvard. Es uno de los pocos hombres de mar y ciencia que todos los días navegan en las preguntas más simples y complicadas que nos permiten avanzar como sociedad mundial. Es científico, pero también es viajero y navegante.

"Hace unos nueve años, en una cena de Año Nuevo me senté junto a un tipo que estaba sentado solo y le pregunté qué hacía y me empezó a platicar y me quedé platicando con él varias horas; al final de esas horas decidimos que íbamos a cruzar el Atlántico veleando juntos. Unas semanas después volé a España y me subí a un barco con este tipo y comenzamos una travesía de España al Caribe en la segunda ruta de Colón, cruzando tormentas de nieve, y llegamos a Anápolis".

Fue así como, en un velero de 24 metros, Enríquez cruzó el Atlántico con Craig Venter, presidente de Celera Genomics. En ese entonces, Venter acababa de publicar el primer mapa genético de una especie viviente y estaba haciendo la secuencia genética de otros microorganismos. Según Enríquez, nadie, ni el propio Venter, creía que sería posible o factible empezar a soñar con el mapa completo del genoma humano antes del 2015, pero Venter lo logró en el 2000.

"En estas travesías tienes mucho tiempo durante el día y durante la noche para pensar y platicar. Empecé a entender un punto de vista muy distinto sobre el mundo. Me empezó a platicar sobre lo que él hacía, que era genética. Al final de la travesía terminamos siendo muy amigos y me dijo: 'quiero que empieces a trabajar en mi campo', y me agendó una conferencia seis meses después donde yo iba a hablar del impacto económico en la ingeniería genética. Yo le dije que sí, sin darme cuenta que era una conferencia sobre el 150 aniversario de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia. Fue una macroconferencia con todo tipo de premios Nobel. Cuando finalmente me di cuenta de lo estúpido que había sido al decir que sí, entré en pánico. Pasé los siguientes seis meses de mi vida estudiando y trabajando 18 horas al día sobre genética. Y llegó a ser un tema que me apasionó. El velear y una cena de hace...

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