El Cuaderno Verde

AutorJosé Gordon

Desde la infancia, los alargados ojos verdes de Julio Cortázar notaban la recurrencia de encuentros casuales con ciertos amigos. Cortázar apreciaba un orden secreto en esas apariciones azarosas. Lo que en verdad le sorprendía era que sus compañeros no vieran lo que a él le parecía tan obvio. Para Cortázar, esas experiencias, que según cuenta le sucedieron toda la vida, eran algo más que lo que algunos teóricos llamarían "pura casualidad".

Lo cierto es que las simetrías de estos encuentros provocan por lo menos el asombro. Arthur Koestler recoge una de estas historias, supuestamente verídica, anotada por el astrónomo Camille Flammarion. Raya en lo inverosímil:

En su casa en Orleans, un niño recibe de un amigo de sus padres, el Monsieur de Fortgibu, un flan de peras. Diez años después descubre un postre similar en un restaurante de París. Al ordenarlo le dicen que ese platillo ya se terminó. La última porción se la dieron a una persona sentada cerca de él. Reconoce los rasgos de Monsieur de Fortgibu.

Pasan varios años. Un día lo invitan a una fiesta a compartir una rareza culinaria: un flan de peras. Cuando lo está comiendo, le comenta a sus amigos que lo único que falta es Monsieur de Fortgibu. En ese momento -como en una trama forzada- aparece un hombre muy viejo. Era Monsieur de Fortgibu. Se había equivocado de dirección. Su error lo había llevado justamente a esa fiesta.

Hay quienes se conforman en decir que este tipo de anécdotas son eso: anécdotas que no apuntan a nada más, son pura casualidad. Este no era el caso de Julio Cortázar.

Dibujo tu boca con los ojos cerrados

y tus labios coinciden con mis trazos

Para Cortázar, la expresión casualidad era una palabrita sospechosa. Al respecto de las coincidencias decía: "Para mí estos hechos son signos, indicios de un sistema de leyes exterior que se puede percibir y sobre todo vivir".

Así resulta que los encuentros amorosos casuales, dictados por el imán del azar, que aparecen en la novela Rayuela no nada más ocurren en la imaginación. Cortázar dio testimonio de ello a Ernesto González Bermejo. Le cuenta una historia que nos remite a la Maga, esa entrañable mujer de los encuentros inesperados. Qué fue primero, ¿la literatura o la realidad?

Cortázar dice que conoció a una mujer con la que inmediatamente sintió una gran afinidad. Todo fue platónico porque estaban separados geográficamente. Un día, ella le escribe una carta para decirle que estará en París, que ojalá pueda verla. Cortázar desea...

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