EL CUADERNO VERDE / 450 voltios

AutorJosé Gordon

En 1961, Stanley Milgram, un psicólogo social de origen judío del barrio neoyorquino del Bronx, planteó la siguiente pregunta: "¿Podría suceder el Holocausto aquí y ahora?". La respuesta común es: "No, esto no es la Alemania nazi. Aquí no tenemos la presencia de Hitler. No estamos en 1939".

Milgram entonces formuló la pregunta: "Supongamos que Hitler les pidiera electrocutar a un extraño. ¿Lo harían?".

La respuesta políticamente correcta fue contundente: "De ninguna manera. Somos buenas personas". Milgram tenía sus dudas. Decidió hacer un experimento en la Universidad de Yale. Puso un anuncio para reclutar a mil personas -parecidas a cualquiera de nosotros- con el propósito de hacer unas pruebas para mejorar la memoria y el aprendizaje. Si las respuestas no eran correctas se les pedía que aplicaran una descarga eléctrica al sujeto de la investigación. Los reclutados no sabían que en realidad la persona estudiada era un actor y que las descargas eran simuladas.

La primera descarga fue de 15 voltios. Poco a poco iban subiendo el nivel de descargas. Cuando se alcanzaron los 75 voltios, los reclutados tenían dudas ante las quejas y el dolor manifiesto de los supuestos alumnos. Al llegar a los 135 voltios se oían gritos: "Deténgase por favor, tengo un problema del corazón". Pero entonces el controlador del experimento les decía: "No se preocupen, yo seré el responsable. Continúe". De esta manera podían llegar hasta una "descarga" límite de 450 voltios.

Al terminar el experimento, Milgram hizo la siguiente pregunta a 40 psiquiatras: "¿Qué porcentaje de sujetos llegaron hasta el final?". La respuesta: sólo el 1 por ciento, ya que se estima que esa es la cifra de sádicos en la sociedad estadounidense. Para sorpresa de todos, dos tercios de los supuestos maestros llegaron hasta los 450 voltios. En estudios subsecuentes incluso un 90 por ciento de los reclutados tocó ese límite.

Al buscar una explicación de lo sucedido, Milgram plantea dos teorías: la del conformismo ante la autoridad y la de la cosificación. En todo caso, lo que se había demostrado es que la línea que distingue a los llamados buenos de los llamados malos era mucho más delgada...

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