Cuentos de Navidad: El Mochito

AutorArmando Ramírez

El Mochito era flaquito; prieto, con el pelo negro, guapetón; lo que sacaba de onda era su manita, la derecha, le faltaba el dedo de en medio, no lo tenía; ahí donde debería de nacer el dedo, había un hoyo, por eso le pusieron el Mochito.

Hablaba bien clarito. Lo único que quería era a su mamá, su mamá Lucy; decía que ella sí lo quería mucho; que en la Navidad le regaló unos patines y un game boy; los otros escuincles, se doblaban de la risa; enseguida alguien hacía la seña de que se callaran, señalando su manita, como diciendo: ¡No sean gachos!

Lo más triste era cuando llegaban las posadas, se le notaba la tristeza; pero una tristeza que se la veía desde la esquina. No decía nada, su cara era de palo y sólo las lágrimas que rodaban por sus mejillas expresaban que estaba vivo.

Con lo hablantín que era, llamaba la atención que se callara días y días. No era maje, no qué va, era muy listo; por eso no se sabía si lo que contaba era inventado o eran sus recuerdos. Una vez dijo: "Me dio calentura y mi mamá espantada me llevó a la clínica infantil". Y comenzaba el cuento de siempre; que se quedó a dormir en la clínica y que cuando despertó, no estaba en la clínica sino en un cuarto; una señora le doblaba las orejas si lloraba por su mamá Lucy.

Se acordaba de todo eso, porque decía, era Navidad y su mamá Lucy lo había llevado a sacarse fotos con Santa Claus y con los Tres Reyes Magos, en la verbena de la Alameda. Pero que algo comió y le hizo daño; al rato estaba vomitando y con calentura.

Luego, decía, la señora que le doblaba las orejas, se lo llevó en autobús. Y lo dejó con una señora que no hablaba español y ni inglés. Y que cuando descubrió la señora extranjera que el Mochito no tenía un dedo, horrorizada le habló a la señora que le doblaba las orejas y lo devolvió.

La señora que le doblaba las orejas se lo llevó en tren y lo dejó solo; y solito llegó a la estación de trenes de Buenavista y solito con mucha hambre llegó al mercado de San Camilito, donde comen los Mariachis, dice que ni comió, se quedó dormido en la basura. Fue cuando lo conocieron ahí.

Cuando se acercaba la Navidad, se ponía como loquito, insistiendo para que lo acompañaran a la Alameda; y ver si podía encontrar al Santa y a los Reyes Magos, con quienes se sacó las fotos. El estaba seguro que conocían a su mamá Lucy. Nadie le decía nada, para no ponerlo más triste. Ora sí como quien dice le daban el labión.

No era drogadicto o algo parecido, no; si estaba zafado era un loco...

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