En cuerpo y alma

AutorJesús Pacheco y Oscar Cid de León

La formación académica de los escritores Francisco González Crussí, Jesús Ramírez-Bermúdez, Marcelino Cereijido, Cristóbal Pera y Arnoldo Kraus tiene su base en el área médica, experiencia que ha permeado su obra narrativa o ensayística. En el consultorio, el quirófano, el laboratorio, el aula y hasta la morgue han encontrado el punto de partida de sus exploraciones del cuerpo y el alma del ser humano.

González Crussí

A la Literatura por la Puerta Trasera

Para este prolífico ensayista, lo endeble de la vida humana y la gran variedad de miserias a que está sujeto el cuerpo, descubiertos mientras realizaba autopsias, se transformaron en su principal móvil para escribir

Jesús Pacheco

A Francisco González Crussí (Ciudad de México, 1936) siempre le gustó leer. Incluso, confiesa que cuando era adolescente, habría preferido dedicarse al estudio de la filosofía y la literatura.

"Pero llegado el momento de elegir carrera, la presión económica era tal que dedicar mi vida a estas disciplinas habría sido utópico, absurdo y hasta irresponsable", sostiene.

"Mi madre, viuda, había tenido una vida llena de apremios, atosigamientos y estrecheces, como solo quienes han vivido en un barrio proletario de aquellos años pueden entender. La vida de una viuda joven y pobre en la sociedad machista de la muy noble y leal Ciudad de México en aquellos años no era nada fácil".

Francisco era el hijo mayor y el único varón, y de él se esperaba, asegura, algo de alivio para las penas familiares. Dedicarse a la filosofía en México en esas condiciones parecía imprudente.

Como también le atraía la medicina, siguió esa carrera, decisión de la que no se arrepiente. Le permitió un modo de vida decoroso al tiempo que crecía su fascinación por un campo fascinante y vasto. De toda la extensión de ese campo, decidió especializarse en anatomía patológica.

Sin embargo, quien decida sumergirse en alguno de los más de 10 libros de ensayo que hoy tiene en su haber difícilmente podría afirmar que su mirada se concentró en un solo interés. Lo suyo ha sido, libro a libro, la deconstrucción reflexiva del cuerpo, siempre acudiendo a la filosofía y la literatura.

Si bien los textos incluidos en Notas de un anatomista (FCE), Animación suspendida (Verdehalago) o La fábrica del cuerpo (Ortega y Ortiz/Turner) fueron ciertamente detonados por dudas, lecturas, casos y reflexiones acumulados en varias décadas de vida profesional, comenzaron a cobrar forma de libro cuando Francisco tenía más de 50 años de edad, ya establecido como profesor de tiempo completo.

"Pensé que había llegado el tiempo de poner mis pensamientos en el papel", dice. "Hasta entonces solo había escrito artículos técnicos de mi especialidad, nada propiamente literario. Siempre digo que entré a la literatura 'por la puerta trasera'. No tengo diplomas que me acrediten como escritor".

Cuéntame un poco sobre tu proceso creativo. ¿Cómo vas desarrollando tus ensayos?, ¿vas tomando notas ex profeso sobre temas específicos de los que planeas ocuparte?, ¿cómo das orden a tus notas?

Mi forma de trabajo es la siguiente. Alguna experiencia o alguna lectura me despierta el deseo de escribir sobre un tema dado. Oscar Wilde, famoso por sus dichos ingeniosos, afirmaba que la fuente de la originalidad es la lectura. Suena a paradoja, pero así es. No tanto porque uno se "fusile" el material ajeno, tal cual, sino porque los pensamientos ajenos sugieren los propios. Leo demasiado poco a los autores contemporáneos. En general, he sido resistente a la literatura de ciencia ficción, por más que reconozco que hay obras maestras en ese género. Pero el tiempo que tenemos en la vida es limitado, y hay que resignarse a sacrificar muchas cosas.

Escribo notas a mano, con pluma fuente, en muchos cuadernos sueltos que después, cuando los necesito, nunca los encuentro. La computadora la uso para archivar referencias bibliográficas que ahora tengo por millares. El problema con estas nuevas tecnologías es que pasa uno el tiempo "bajando" material, archivando y ordenando, cuando debería uno estar leyendo y asimilando lo leído. No hay sustituto para simplemente sentarse a leer y a reflexionar.

En muchos de tus ensayos, si no es que en todos, aparece un sentido del humor que sin duda podríamos considerar como parte indispensable de tu estilo. Sé que es importante para ti a tal grado que cuando tienes enfrente un ensayo que no solo carece de él, sino que es sustituido por agresividad o ánimos incendiarios, lo consideras fallido. ¿Qué significa para ti el humor?

La práctica de autopsias me hizo ver lo endeble de la vida de los humanos, y la gran variedad de miserias a que está sujeto el cuerpo. Éste ha sido mi principal móvil para escribir. Yo quisiera ver mi trabajo como un tejido de reflexiones urdidas alrededor del cuerpo, sus flaquezas y sus grandezas. Cuando se ve de cerca el espectáculo de tanta miseria, y se contrasta con la vanidad, el engreimiento y la incuria de la gente, da grima, ira, o ganas de llorar. La otra opción es echarse a reír, como el famoso Demócrito de Abdera, el "filósofo reidor". De ahí la necesidad de recurrir al humor.

Yo creo que un carácter innato es el que nos da la propensión a reír, como Demócrito, o a llorar, como Heráclito de Efeso, de quien se dice que de todo lloriqueaba. Reidor o llorón: son maneras de ser; proclividades que imagino hasta cierto punto "genéticamente programadas". Pero también creo que haber crecido en México, donde el buen humor, el chiste fácil y mordaz está siempre por irrumpir, aun en las peores condiciones materiales, debe haber favorecido mi gusto por el detalle humorístico, aun en los temas supuestamente solemnes.

¿Llegó a contribuir la escritura en tu práctica médica?

Debo decir que mi vida profesional cursó prácticamente toda en el campo de la patología. Es decir, no en la práctica clínica, sino en el laboratorio. Ésta es una diferencia fundamental. Aunque el patólogo estudia los aspectos teóricos de la enfermedad, no está en contacto directo con los pacientes.

Supongo que este ambiente tuvo influencia en decidirme a escribir ensayos; es un ambiente propicio, hasta cierto punto resguardado de los aspectos más lancinantes del sufrimiento humano y favorable a la meditación. El patólogo "ve los toros desde la barrera", o, para no usar una metáfora sacada de la debatible tauromaquia, desde arriba de su torre de marfil.

En Remedios de antaño, tu libro próximo a publicarse, abordas recursos médicos que alguna vez fueron parte de la ortodoxia médica y que hoy se ven disparatados, irracionales o absurdos. ¿Qué detonó la escritura de este libro?

Remedios de antaño nació de esta reflexión: la medicina contemporánea se enorgullece desmedidamente. Pregona sus triunfos en insistentes discursos triunfalistas, cuando debería reconocer sus propios límites. Todos estamos agradecidos de las innegables conquistas de la medicina actual: trasplantes, drogas maravillosas, tecnologías diagnósticas increíbles, etcétera. Pero junto a esas maravillas hay todavía dolorosos atrasos. Yo mismo he autopsiado decenas, tal vez centenares de pacientes de cáncer fallecidos sin ninguna traza de cáncer, pero con las terribles lesiones debidas al tratamiento.

Una visión histórica tiende a poner las cosas en su verdadera perspectiva. A veces oímos decir que una nueva droga es efectiva contra el cáncer, y así es: el fármaco mata las células cancerosas, pero mata también las células sanas; de modo que el infortunado paciente pierde el pelo, sangra espontáneamente de las encías y otros sitios, tiene diarrea, pierde peso y, en suma, su vida se prolonga, pero solo en el dolor y la miseria.

Desgraciadamente, no tenemos mejores recursos para combatir muchos procesos malignos. La medicina actual se beneficiaría de una cierta dosis de humildad.

Reportero de REFORMA

"Yo quisiera ver mi trabajo como un tejido de reflexiones urdidas alrededor del cuerpo, sus flaquezas y sus grandezas".

Ramírez Bermúdez

El Drama en Primera Persona

Su relación constante con la literatura...

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