Del cuerpo y la memoria

AutorErika P. Bucio

Guillermina Bravo hizo que Ernesto, sin ser un bailarín, pisara por primera vez un escenario cuando era un niño. Ahora, el arquitecto de 81 años vuelve a hacerlo impulsado por ese recuerdo.

Aquel fue un montaje escolar que coreografió la bailarina hace 75 años.

Ernesto, muy chiquito, vestido como un "muñeco holandés", permaneció quieto dentro de una "caja" mientras sonaban las Danzas húngaras de Brahms, pieza a la que Bravo puso letra.

La madre del hoy arquitecto y Bravo habían sido compañeras en la secundaria y ambas se reencontraron cuando la bailarina, con 25 años, montó la pieza para una escuela en Tacubaya.

De aquel episodio quedaron como testimonio un par de fotografías y la palabra de Ernesto.

Esta historia llegó por azar a la coreógrafa Aura Arreola (Ciudad de México, 1986) y detonó la posibilidad de pensar en el legado de Bravo más allá de los archivos oficiales y de los cuerpos entrenados.

"Esos otros cuerpos que no se dedicaron a la danza pero que sí tuvieron un impacto y fueron atravesados por esta mujer", dice sobre el detonante de En la memoria de los cuerpos, pieza que le comisionó Danza UNAM.

Arreola especula sobre qué hubiera pasado si Bravo hubiera seguido...

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