Enseñan a niños a cultivar hongos

AutorAmérica Juárez

La invitación de un amigo lo llevó a conocer la Sierra Norte de Oaxaca, una zona rica en recursos naturales, pero donde las oportunidades de desarrollo para sus habitantes son escasas.

Ahí, en una comunidad zapoteca el biólogo Adrián Palacios se encontró a principios de 1990 con el Centro de Integración Social No. 8 de San Bartolomé, Zoogocho, en Villa Alta, Oaxaca, una escuela primaria que funciona como internado para los niños chinantecos, zapotecos y mixes de la zona.

Muchos de los pequeños que atiende el centro, alrededor de 250 niñas y niños, tienen que caminar durante tres o cuatro días para llegar a la escuela y en la época en que el investigador lo conoció, los maestros de la institución contaban con 12 pesos diarios para darles de comer.

Datos como éste y las condiciones de marginación y pobreza que Palacios pudo observar en la zona, lo llevaron a emprender una de las aventuras más ambiciosas de su vida: implementar un taller de cultivo de hongos comestibles.

"Me especialicé en cultivo de hongos y me sentí con un gran compromiso al conocer el lugar, pensé 'si yo tengo el conocimiento, hay que brindarlo a alguien que lo necesita'", narra el investigador.

Dos problemas se le presentaron de inmediato: ¿Cómo transmitir a los alumnos de manera sencilla un conocimiento demasiado especializado y técnico? Y ¿Con qué recursos económicos llevaría a cabo su proyecto?

El taller de herrería que le heredó su padre en la Colonia Portales resolvió momentáneamente la falta de dinero y la parte pedagógica la solucionó estructurando un programa que se insertara en las actividades escolares del internado, donde aparte de estudiar, los niños reciben capacitación en oficios como talabartería, corte y confección, cocina, herrería y pastelería.

Poco a poco, el "Taller de capacitación en el cultivo de hongos, como una alternativa de producción para autoconsumo" fue cobrando forma y popularidad entre los estudiantes y sus padres.

Los recursos necesarios para mantener el proyecto eran escasos, así que el biólogo se dio a la tarea de conseguir ayuda para no truncar su labor. Tocó puertas en el Programa Nacional de Apoyo a Empresas de Solidaridad (Fonaes), dependiente de la Secretaría de Economía, donde le contestaron por escrito "el Fonaes sólo apoya a grupos sociales con personalidad jurídica, por lo que no ha sido posible otorgar ningún apoyo".

Su labor individual dificultó en muchas ocasiones la posibilidad de obtener algún financiamiento; las...

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