Curiosidad sin límites

AutorDiana Saavedra

En su juventud Mario Molina y Gerardo Herrera, hoy destacados investigadores, se enamoraron de la ciencia, cada uno en su momento, al mirar a través de un microscopio. Otros, como el doctor Manuel Peimbert, la descubrieron cuando fueron invitados a mirar el cielo con telescopios.

Peimbert, Premio Nacional de Ciencias y Artes y uno de los astrónomos más reconocidos de México, cuenta que nunca fue un estudiante de 10, pero agradeció tener la oportunidad de ver lo que nadie más, ya que conoció al doctor Guillermo Haro, considerado el padre de la astronomía en el País, quien le propuso buscar nebulosas planetarias a él y a uno de sus amigos.

"Al momento en que las encontramos y salieron publicadas con nuestro nombre, nos sentimos astrónomos y dijimos para esto no se necesita ni matemáticas, ni física, ni nada, sino pararse frente al telescopio y buscar puntitos que sean negros en lugar de blancos.

"Pasamos como año y medio y encontramos como 24 objetos de esos, que hoy tienen nuestros nombres, pero ya después dijimos: 'caray, necesitamos física y matemáticas para saber qué encontramos, de dónde vienen, de qué están hechos, cuántos hay...'", recuerda.

Peimbert añade que la diferencia respecto a sus amigos de primaria que eran más brillantes que él, pero que terminaron, uno como chofer de taxi y otro como bolero, es haber tenido el apoyo para estudiar.

Ejemplo de ello es Mario Molina, quien afirma halló su vocación cuando en la secundaria miró a través del microscopio amibas y paramecios.

"Después convertí un baño raramente utilizado por la familia en un laboratorio y pasaba horas jugando con sets de química. Con ayuda de una tía, Esther Molina, que fue química, seguí con experimentos más difíciles que después reproducía con los compañeros de la escuela", narra el hoy Premio Nobel de Química 1995.

Un caso similar sucedió con el físico Gerardo Herrera, especialista del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) y colaborador del Gran Colisionador de Hadrones en el proyecto ALICE.

"Hubo experiencias de la niñez que me dejaron marcado (...) recuerdo un día en que el profesor de cuarto año llegó con un microscopio y nos dijo: 'vamos a ver qué vemos, llevó agua de una charca, una hoja, una joya y todos hicimos una fila para pasar al microscopio y tengo una imagen muy clara de ese mundo'.

"Cuando era niño llegó el hombre a la Luna, quizá por eso me gustan las imágenes, especialmente la de una gota de leche saliendo de la taza, espero que...

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