De día y de noche

AutorRogelio Elizalde

ENVIADO

MADRID.- Fuera de su restaurante en la Calle Ruiz, un señor de ojos azules, pelo escaso y algodonoso, baja estatura y alta edad, recibe a los clientes con un gesto adusto y severo en apariencia pero que intenta ser amable a su manera.

"¿Tenés tapas y cañas?", le pregunta una joven de unos 25 años, acompañada de una amiga, tal vez argentinas o uruguayas y que, por su mirada hacia todas partes, parecieran recién llegadas a Madrid.

"¿Qué no sabéis dónde estáis?", responde el tosco restaurantero. "Pues entrad a comprobarlo por vosotras mismas".

Parece que a las chicas no les queda de otra, así que eligen una mesa de la terraza. Muchos restaurantes y cervecerías procuran tener al menos un par de mesas que den a la calle, que es el lugar privilegiado. En la mayoría de las cartas se especifica qué alimentos sólo pueden servirse ahí; incluso las cañas (vasitos de cerveza) son más caras.

Frente al restaurante pasa un grupo de treintañeros, hombres y mujeres, con tapetes de yoga a la espalda. Van a las clases que se imparten gratuitamente en un hostal sobre esta misma calle, unas cuadras adelante.

"Dios los hace y ellos se juntan", apunta el señor restaurantero, al ver el paso de los yoguis afuera de su terraza.

Visitantes y locales tienen, más o menos, un aspecto similar: pelo largo, pantalones de mezclilla, playeras de colores brillantes estampadas con Mario Bros o de Star Trek.

Se les ve rodar en bicicletas, unas auténticamente antiguas y otras que nada más tienen la pinta. Hippies, rastudos y punks también rondan Malasaña con comodidad.

Las tiendas dan una toque especial a esta zona. La mayoría son pequeñas y temáticas, por ejemplo, enfocadas en cine. Venden proyectores y cámaras de los años 80, que ya sólo sirven como adorno, pósters de películas, figuritas de plástico y ropa de estampados simpáticos diseñada por los propietarios: un Homero Simpson vestido como Scarface, o el oso Ted con su bong.

Otra forma de conocer el barrio es por sus centros culturales, como el Duque o el Áncora. Tienen clases de tango, salsa, sevillanas e inglés; milongas y conciertos. Áncora, además, está abierto las 24 horas, el bar hasta las seis de la mañana, justo cuando abre su cafetería.

República Independiente de Malasaña llegó a ser llamado este barrio, en tono de broma, por haber creado una identidad tan propia dentro de la capital de un país muy tradicional. Aunque tampoco niegan la cruz de su parroquia: el clásico chocolate con churros se vende por...

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