Dani Rodrik / De Estado benefactor a Estado innovador

AutorDani Rodrik

Un espectro está acechando a la economía mundial -el espectro de la tecnología que mata el empleo-. La manera en que se enfrente este desafío determinará el destino de las economías de mercado y las políticas democráticas del mundo, de la misma manera que la respuesta de Europa al ascenso del movimiento socialista a fines del siglo 19y principios del siglo 20 dio forma al curso de la historia subsiguiente.

Cuando la nueva clase trabajadora industrial comenzó a organizarse, los gobiernos apaciguaron la amenaza de la revolución desde abajo que Karl Marx había vaticinado expandiendo los derechos políticos y sociales, regulando los mercados, erigiendo un Estado benefactor que proveyera amplias concesiones y seguro social y aliviando los altibajos de la macroeconomía. En efecto, reinventaron el capitalismo para hacerlo más inclusivo y darles a los trabajadores una participación en el sistema.

Las revoluciones tecnológicas de hoy exigen una reinvención igualmente integral. Los potenciales beneficios de los descubrimientos y las nuevas aplicaciones en la robótica, la biotecnología, las tecnologías digitales y otras áreas nos rodean y son fáciles de ver. Por cierto, muchos creen que la economía mundial puede estar en el umbral de otra explosión de nuevas tecnologías.

El problema es que la mayor parte de estas nuevas tecnologías traen aparejado un ahorro de mano de obra.

Sin duda, algunas tareas de baja calificación no se pueden automatizar fácilmente. Los porteros, por mencionar un ejemplo común, no pueden reemplazarse con robots -al menos no todavía-. Pero pocos empleos están realmente a salvo de la innovación tecnológica. Consideremos, por ejemplo, que habrá menos basura generada por el ser humano -y, en consecuencia, menos demanda de porteros- a medida que la fuerza laboral se vaya digitalizando.

Un mundo en el que robots y máquinas hagan el trabajo de los seres humanos no tiene por qué ser un mundo con un alto nivel de desempleo. Pero ciertamente es un mundo en el que una parte importante de las alzas de la productividad queda en manos de los dueños de las nuevas tecnologías y las máquinas que las encarnan. El grueso de la fuerza laboral está condenado al desempleo o a salarios bajos.

En rigor de verdad, algo así ha venido sucediendo en los países desarrollados durante por lo menos cuatro décadas. Las tecnologías que requieren una alta capacitación y un nivel elevado de capital son el principal culpable detrás del crecimiento de la desigualdad...

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