David Shields/ La nueva crisis energética

AutorDavid Shields

Existe la percepción de que la infraestructura energética del mundo, sobre todo en términos de la adición de capacidad nueva para producir petróleo y generar electricidad, podría llegar a ser insuficiente para cubrir el consumo cada vez mayor, en una época en que el auge de la economía tecnológica y de Internet, así como la explosión demográfica del mundo en desarrollo, generan presiones cada vez más intensas por el lado de la demanda.

Por el lado de la oferta, la volatilidad en los precios del petróleo y del gas, aunada a factores de incertidumbre en tarifas, financiamiento y operación inherentes a la desregulación de la industria eléctrica mundial, contribuye a un escenario poco atractivo para los inversionistas en infraestructura energética. En ciertos tipos de energía no fósil, como la hidroelectricidad y la generación nuclear, las inversiones han sido casi abandonadas.

Esa problemática global se refleja fielmente en México. En días pasados, cuando la OPEP anunció un incremento de su producción petrolera, para asombro de muchos México no lo hizo y así demostró que, al igual que algunos países integrantes de la OPEP, no tiene capacidad adicional que ofrecer.

Asimismo, se ha visto cómo el incremento de la demanda de electricidad ha rebasado el ritmo de construcción de nuevas centrales eléctricas, reduciendo a su mínima expresión el margen de reserva en generación, mientras crece la angustia por si la producción y la disponibilidad de gas natural se vuelven insuficientes ante el dinámico comportamiento de la demanda.

Si los altos precios del petróleo y de la energía en general se convierten en un freno de la actividad económica global, repercutirán en los niveles de consumo y en los precios de los energéticos. Sin embargo, aún no hay señales de que esto vaya a suceder ni de que los países con mayor consumo de energía vayan a tomar medidas para enfriar el crecimiento de la demanda. Al contrario, los Gobiernos de esos países no parecen muy dispuestos a liberar sus reservas estratégicas de crudo ni a llamar a sus poblaciones a reducir su consumo.

Es notorio el caso del mayor consumo de electricidad atribuible a la revolución cibernética. En Estados Unidos se calcula que las computadoras y las redes electrónicas ya representan el 13 por ciento del consumo de electricidad, o sea, tres veces más que hace cinco años. Se prevé que ese nivel aumentará a 25 por ciento del total en el año 2010. Sin duda, esa situación se repetirá en todo el mundo.

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