Denise Dresser / ¿Ave Fénix?

AutorDenise Dresser

A destruir porque es necesario. A demoler porque es indispensable. A dinamitar el pasado porque sólo así será posible edificar un nuevo futuro. Así las justificaciones y las elucubraciones en torno a los verdaderos motivos detrás de las decisiones de López Obrador. Hay método detrás de lo que sólo parece ser locura. Hay una planeación estratégica subyacente ante lo que se malinterpreta como improvisación evidente. La intención deliberada, nos dicen, es quemar el bosque repleto de arbustos torcidos para dar lugar a pinos erguidos, árboles frutales y maderables. Arrasar para sembrar. La destrucción no es producto de prejuicios o ignorancia o desprecio por los datos o discrecionalidad o voluntarismo. No, la destrucción es un propósito premeditado que deberíamos aplaudir porque cancela la posibilidad de regresar al lugar de donde veníamos. Y eso sería entendible e incluso loable si fuera cierto. Pero la evidencia sugiere lo contrario. El nuevo gobierno ni construye una nueva institucionalidad ni está remodelando eficazmente la que heredó para que podamos acabar con un orden social profundamente injusto.

Sin duda tenemos ante nosotros un presidente animado por la intención de desmontar al país de privilegios; un líder con un gran caudal de legitimidad que busca mejorar la vida de la inmensa mayoría de los mexicanos. Y piensa -correctamente- que para ello hay que alterar la correlación de poder entre el Estado y los empresarios; entre los señores del dinero que han logrado, una y otra vez, poner las políticas públicas a su servicio. Hasta ahí vamos bien. Pocos progresistas disputarían ese diagnóstico y los imperativos que genera. Pero al examinar las decisiones decretadas durante los últimos meses, resulta imposible sostener el argumento del lopezobradorismo incendiando la pradera neoliberal para sembrar ahí una floresta.

Primero porque el neoliberalismo sigue vivo en muchas de las políticas promovidas -como el libre comercio- e incluso se ha reforzado el encogimiento del Estado. Segundo porque el presidente rechaza de tajo la idea de una reforma fiscal progresiva con fines redistributivos, dirigida al gran capital. Y tercero porque con la cancelación del aeropuerto de Texcoco bajo el argumento de "aquí mando yo" el presidente manda un mensaje a la cúpula empresarial, pero no es el...

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