Denise Dresser / Delito: ser mujer

AutorDenise Dresser

El delito de ser mujer. El delito de usar la falda demasiado corta y el escote demasiado bajo. El delito de ser la que se lo buscó: la violación o el asalto o el golpe o la cárcel. La tragedia colectiva de mujeres homicidas para quienes la muerte es paradójicamente su única salida ante la inminencia de la muerte misma. La tragedia común de mujeres acusadas de crímenes que no cometieron, pero condenadas por un sistema judicial que tiene un sesgo contra ellas. Y el tratamiento que reciben -jurídico, judicial, penitenciario- abre una ventana que permite vislumbrar a nuestra sociedad. Una sociedad machista. Una sociedad sexista. Una sociedad misógina. Una sociedad que encarcela mujeres porque las enjuicia de manera más severa.

Como escribió Elena Azaola hace más de 10 años en El delito de ser mujer, la sociedad está menos dispuesta a condonar las faltas de las mujeres. Se les juzga con más severidad y menos empatía. En el DF las mujeres que cometieron homicidios tienen una sentencia mayor a la de los hombres: 18.6 años promedio para ellos y 23 en promedio para ellas. Sus juicios son 50 por ciento más largos. La justicia no las trata igual, no las sentencia igual, no las ve igual. Aunque en la mayor parte de los homicidios que cometen, las víctimas son familiares y eso revela un patrón preocupante. Las victimarias fueron abandonadas desde pequeñas. Vivieron en la miseria. Carecieron de lo más indispensable y de cualquier apoyo humano. Y el maltrato en la pareja ha sido la prolongación de lo que recibieron en la infancia.

Detrás de estas historias están los patrones de relaciones de género. Según Azaola, 70 por ciento de las mujeres homicidas padeció maltrato o abandono por parte de su familia. 66 por ciento lo recibió de su cónyuge. 60 por ciento de las detenidas fueron maltratadas por la policía. Policías que -una y otra vez- recurren a la violencia sexual a la hora de la detención. Les agarran los senos con el pretexto de auscultarlas. Les ofrecen la libertad a cambio de favores sexuales. Las insultan. Lejos de prevenir la violencia contra las mujeres, acaban perpetúandola. Negándoles la dignidad, negándoles la voz, negándoles los derechos que tienen pero que son sistemáticamente atropellados.

Cómo olvidar el caso de Claudia Rodríguez Ferrando. Una mujer que en lugar de someterse al ataque sexual del que fue víctima, sacó una pistola y le disparó a su agresor...

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