Denise Dresser / Pato cojo

AutorDenise Dresser

Un pato lastimado. Un pato cojo. Un "lame duck". Un pato que salta, tambaleante, en un solo pie. Así es Enrique Peña Nieto en lo que queda de su gobierno. Dos largos años sin esperanza, sin conducción, sin mapa de ruta. Desaprobado por la población y despreciado por su propio partido. Reprobado por la opinión pública y la prensa internacional. El Presidente que lo es por el título que posee, pero no por lo que puede hacer con la investidura que ha maltratado y manchado. El Presidente fallido al frente de un Estado que flaquea en sus tareas primordiales de asegurar la seguridad, la estabilidad, el crecimiento, los derechos humanos, la equidad, la ley. Porque el pato principal al frente de la parvada ha caído a tierra tantas veces que su recuperación se vislumbra imposible.

Como escribió Javier Malagón en Twitter: "Es solo una tesis, una Casa Blanca, un departamento en Miami, 43 estudiantes, una gasolina 47 por ciento más cara, un peso devaluado 30 por ciento, unas reformas que no funcionan, una economía rota, una tasa de desempleo en aumento". Y más. Un largo etcétera producto en parte del contexto internacional pero también -y principalmente- de la gestión presidencial. Error tras error, escándalo tras escándalo, decisión cuestionable tras decisión cuestionable. El recuento de un sexenio que prometía tanto y cumple con poco. Por la falta de pericia política de Peña Nieto y quienes lo rodean. Por la corrupción que no perciben como problema y siguen condonando entre los más cercanos. Por la mala instrumentación de reformas necesarias pero saboteadas por la cuatitud o la colusión o la incompetencia.

Quizás también por la provincia de la cual proviene el pato presidencial. Ese paraje del patrimonialismo que es Atlacomulco, con sus pactos de impunidad y su manera de pensar en chiquito y su compadrismo y sus reglas para la política que tanto la han dañando. El PRI del Estado de México que se trasladó al escenario nacional y ha fracasado allí debido a la corrupción que carcome su actuación. El ADN de Carlos Hank González presente en cada uno de sus pupilos, en cada uno de sus vástagos. El buitre que parió patos. Patitos ahora perdidos porque el lago era demasiado grande para ellos, el oleaje era demasiado fuerte para los párvulos. Estaban acostumbrados a la lógica del político...

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