Por el derecho a equivocarse

AutorSilvia Isabel Gámez

Al reunir las obras para la publicación del primer volumen de su Teatro completo, Vicente Leñero pensó en eliminar las piezas que sabía fallidas, como Compañero y Alicia, tal vez, pero no se dejó llevar por el impulso. Creyó más en el derecho que tiene todo escritor a equivocarse, a hacer las cosas mal.

"Igual que no existe el ser humano perfecto, tampoco la literatura, el teatro perfecto. Si uno no quiere exhibir sus errores, sus fallas, sus altibajos, no da la imagen de ser un escritor vivo, sino temeroso, alguien que no soy yo".

Este lunes, Leñero cumple 75 años. Arriba a la cita con buena salud, la memoria fatigada y "sin mucha pasión" por la escritura, que ha transmutado en un creciente gozo por la lectura.

Hace tiempo que dejó de escribir teatro, y cerró en 1999, con La vida que se va, su obra novelística. Tampoco hace ya guiones de cine; lo suyo ahora es el cuento, narraciones en las que mezcla realidad y ficción, verdad y mentira. Metido en ese juego, de vez en vez le da por pensar qué habría sido de su vida si no hubiera escogido la literatura como destino.

"Me hubiera gustado ser beisbolista", dice, "dedicarme a alguna actividad alejada del arte, como ajedrecista".

Cumplir 75 años equivale para Leñero a culminar, empatado con la vida, su primer tiempo extra, como en el futbol.

"Me falta aún el segundo, de los 75 a los 80 años, y si no hay un gol de oro, vendrán luego los penaltis. Si uno vence, gana la vida eterna, y si pierde, la muerte eterna, el infierno".

¿Cómo imagina la vida después de la vida?

No sé, me imagino la vida eterna como una posibilidad. Es como un anhelo, está lleno de interrogaciones, casi como una apuesta.

* * *

Leñero, el segundo varón de seis hermanos, es quien lleva el nombre de su padre. En Flashbacks, recuerda cómo don Vicente, un gran lector, tomaba las novelas de Julio Verne antes de dárselas y doblaba la punta de las hojas donde venían las descripciones técnicas para que pudieran saltárselas si querían.

"Tenía temor de que eso evitara que siguiéramos leyendo".

De niño, leer y escribir cuentos significaba para Leñero hacer lo que su padre admiraba. "Yo viví un poco la búsqueda del padre... Todo eso influye en cómo se despierta una vocación, pero podría haber sido otra".

En 1959, se casó con Estela y se graduó como ingeniero en la UNAM. De vuelta del viaje de bodas, tristeaba en una compañía de instalaciones sanitarias cuando su esposa, que estudiaba psicología, lo animó a que lo dejara. "Ella fue...

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