Desairan autoridades escuela para ciegos

AutorOscar Cid de León

Mauricio Rocha Iturbide concibió hace 10 años un complejo arquitectónico que lo proyectó a nivel internacional: el Centro de Atención Compensatoria para Ciegos y Débiles Visuales, en Iztapalapa, cuyo diseño ponderó el tacto, oído y olfato.

Las características del plantel -que hacia 2001 fue materializado en un 95 por ciento para después ser abandonado, dando lugar a la invasión de colonos- lo llevaron a merecer la Medalla de Plata en la Séptima Bienal de Arquitectura y a ser reconocido por revistas de renombre como Praxis, de EU, y la italiana Domus.

Incluso han recurrido a Rocha profesores y estudiantes de Berkeley y Yale para conocer el inmueble, pero su suspensión, durante el Gobierno de López Obrador, no lo permitió.

"Se diseñó hasta el último tornillo; hasta diseñamos muebles específicos que apoyaban el concepto. Pero al final decidieron detenerlo, y estoy frustrado como arquitecto y mexicano porque esto es muestra de un problema que vivimos", lamenta Rocha.

Ubicado en el cruce de Av. Telecomunicaciones y Prolongación Plutarco Elías Calles, el plantel formó parte de los contratos que el GDF concedió al Grupo Quart, de Carlos Ahumada; costó al erario unos 60 millones de pesos, y su área es mayor a los 14 mil metros cuadrados.

La obra estuvo mal ejecutada, asegura Longinos García, quien está a cargo del despacho de la Jefatura Delegacional de Iztapalapa, demarcación que debió operar el centro.

"Arquitectónicamente es un plantel muy bello y funcional, pero contó con una pésima ejecución de obra".

El funcionario asegura que el inmueble presentaba defectos estructurales que se agudizaron en los más de seis años de abandono, lo cual implicó un gasto con el que no contaban.

Ramón Sosamontes, quien era Delegado de Iztapalapa cuando se concibió el plantel, dice que este seguía buen curso: "sólo restaba vestirlo con los instrumentos necesarios. No sé si después ya no hubo recursos".

El inmueble, cuyo objetivo era integrar a invidentes a la vida laboral, contemplaba salones para talleres de danza, teatro, radio y carpintería, oficinas, auditorio para 400 personas, cafetería, jardines, gimnasio, estacionamiento, tifloteca y tiflotienda.

Cada edificio tenía una textura, como indicador para el usuario. En la plaza central se contempló un canal de agua cuyo sonido fungiría de guía entre edificios. Para educar el olfato, había plantas aromáticas. El lugar ya estaba listo, sólo faltaba amueblar.

La Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE) le...

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