Desaparición y esclavitud (IV)

AutorDaniel de la Fuente

El 18 de noviembre de 1994 una mujer llegó a casa de María Elena Solís, en el DF, a pedir trabajo de sirvienta.

Un día después, esta persona se llevó a la nieta de María Elena, en ese tiempo de 2 años de edad.

La mujer, hoy de más de 65 años, entonces vendedora de manteles por la mañana y de quesadillas en un puesto por la tarde, narra la traumática experiencia.

"Cuando nos dimos cuenta de que la mujer no estaba, pedimos apoyo a patrullas. Pensamos que iban a pedirnos fotos de la niña, pero nos canalizaron a una delegación y luego a otra y a otra.

"Estuvimos sentados horas, pensando que en todo ese tiempo la mujer tenía oportunidad de enviar a la niña al extranjero".

María Elena dice que, tras poner la denuncia, comenzó a pegar volantes con la imagen de la pequeña y a pedir ayuda a los medios de comunicación.

"Entonces sucedió que el 22 de diciembre de ese año se robaron a un niño de 8 meses. Nosotros no lo relacionamos, pero el 4 de enero se robaron a una niña más, de 4 años, en Tláhuac".

María Elena acudió con la familia de esta última niña y se enteró de que ambos menores habían sido robados de la misma forma, por lo que ambas familias empezaron a volantear juntas.

Hasta que alguien les dijo que en un pueblo cercano "vendían niños".

Los padres de la pequeña de Tláhuac llegaron a ese lugar atroz y le hicieron creer a quienes lo conducían que querían comprar a un niño y fue cuando ambos descubrieron a su hija.

"El señor agarró a la mujer que se encargaba de la venta y la señora tomó a su hija, se subieron todos al carro y se fueron con el ministerio público.

"Yo llegué allí y fue cuando me enteré de que mi nieta sí había estado allí, pero ya había sido vendida a una pareja".

Tras muchas pesquisas, largas y angustiosas, el 9 de enero María Elena se reencontró con su nieta. Habían pasado 51 días.

A partir de allí, la vida de esta comerciante cambió para siempre porque debía cumplir la promesa que le había hecho a Dios en ausencia de la niña: "Si la encuentro, si me la devuelven, ayudaré a otras personas como yo".

"Así empecé. Lo primero que hice fue trabajar el caso de dos niñas robadas en Tultitlán, una de 10 años, otra de 13, y era tanta mi devoción hacia el caso (que nunca quedó solucionado) que me iba de casa en casa buscándolas.

"Llegó un momento en que mis hijos decían: 'Mamá, aquí está tu nieta, ya la encontramos'. Yo creo que en estos casos como que se pierde un poco la razón".

María Elena persistió. Al tiempo, le dio nombre y...

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