Un desastre anunciado

AutorKarla Garduño Morán

La Comisión Nacional del Agua, diversos especialistas, e incluso las autoridades del Distrito Federal han advertido en las últimas semanas sobre la posibilidad de que este año pueda ocurrir una gran inundación en la Ciudad de México y el oriente de la zona metropolitana.

Desde el mes de enero, las autoridades del Distrito Federal, el estado de México y la Federación se reunieron para tomar previsiones y evitar una catástrofe.

La decisión fue construir -como solución preliminar- cinco plantas de bombeo para recuperar la capacidad de desagüe del Gran Canal, que actualmente trabaja a menos de la mitad de su capacidad original. Mientras que en 1975 el Gran Canal desalojaba 80 metros cúbicos de agua por segundo, actualmente puede desalojar apenas 10 metros cúbicos por segundo; esto, debido a que ha perdido su pendiente original como producto del hundimiento de la ciudad.

Si estas cinco plantas se terminan antes de diciembre, como está previsto, el Gran Canal podrá desahogar la carga de desagüe que actualmente se concentra en el Emisor Central, principal componente del Sistema de Drenaje Profundo, lo que permitiría secarlo, entrar a repararlo y dejarlo listo para trabajar a toda su capacidad en los próximos años.

En 1975, el Emisor Central desalojaba 180 metros cúbicos de agua pluvial por segundo y en este año desaloja 110 metros cúbicos de agua de lluvia mezclada con aguas negras. Además de devolverle su capacidad original, las autoridades pretenden darle mantenimiento mayor antes de la temporada de lluvias del próximo año.

Pero si algún tramo del Emisor Central llegara a colapsarse en los próximos meses, antes de ser reparado, y esto se combinara con una lluvia intensa como las que el Servicio Meteorológico prevé para agosto y septiembre, los especialistas aseguran que una inundación de grandes dimensiones sería inevitable. ¿Cómo sería la gran inundación?

El café del Gran Hotel de la Ciudad de México estaba a reventar. Además de ser las 19:00 horas de un viernes de verano en el Centro Histórico, mucha gente había corrido ahí, como a otros edificios de la zona, para refugiarse de la lluvia y de una inundación que rebasaba ya las banquetas.

Los meseros corrían de un lado a otro llevando tazas de té y café a los comensales nerviosos, que a través de las llamadas por celular se iban enterando del nivel de la inundación en otras partes de la ciudad.

"Mi hija está atorada en Río Churubusco. Dice que el agua está llegando como marejada", dijo un hombre.

"En Zaragoza ya no se puede pasar. Dice mi mujer que hay gente en los techos de los carros", mencionó alguien más.

La gente se había metido al lobby del Gran Hotel por estar más arriba del nivel de calle, pero el agua comenzaba a subir los primeros escalones del recibidor. Los empleados comentaban que nunca habían visto algo así en el centro.

Y es que desde 1951 las inundaciones que se presentaban en la zona no sobrepasaban los 10 centímetros. Una pareja de ancianos que esperaba una oportunidad para ser atendida en el café recordó aquellos dos meses de julio y agosto del 51. El agua había alcanzado más de medio metro y calles como 16 de Septiembre y Motolinía se cruzaban de un lado a otro en pequeñas balsas. "Aquello fue una tragedia tremenda", recordó la señora.

Éste parecía un aguacero como el de aquel 15 de julio de 1951. Durante una hora habían caído más de 50 milímetros cúbicos de agua pluvial, casi el triple del registro más alto de la temporada que era de 10 a 15 milímetros en dos horas. La inundación del 51 había sido uno de los motivos que desencadenaron la construcción del drenaje profundo en 1966.

El sistema de túneles de 110 kilómetros de longitud, concluido en 1975, había sido diseñado para trabajar la mitad del año en el desagüe de las aguas pluviales. Sin embargo, desde 1992 trabaja los 12 meses del año llevando lluvia y aguas negras.

El colapso del drenaje

La historia se repetía 56 años después: el Zócalo se había convertido en una laguna y alrededor de la enorme plancha de concreto el tráfico se había quedado detenido; a los autos varados apenas se les veían las llantas. La gente intentaba correr entre el agua anegada. Los policías, con impermeables amarillos y el agua hasta las rodillas, daban enérgicas indicaciones a los transeúntes y a los conductores que se resistían a dejar sus vehículos para ponerse a salvo. Era como si no hubiera drenaje.

Tal como lo habían advertido los estudios del Colegio de Ingenieros Civiles, del gobierno federal y de las propias autoridades capitalinas el Emisor Central -donde desembocan la mayoría de los túneles del drenaje profundo y la principal salida del agua del Valle de México hacia el Río Tula- había colapsado, luego de trabajar sin descanso ni el mantenimiento anual que hasta 1992 se le había hecho.

La advertencia de que el gran túnel de 50 kilómetros y 6.5 metros de diámetro estaba trabajando indebidamente, a veces con más carga de la que podía desahogar, había llegado a gran parte de la población con anterioridad, por lo que las autoridades no dudaron en confirmar la noticia.

Una revisión realizada a principios del 2006 había evidenciado que la rugosidad en las paredes del Emisor Central, que en algunas partes dejaba el acero expuesto, ya había reducido la capacidad de desalojo original de 180 metros cúbicos por segundo a 110. Ante la intensidad de la tormenta el túnel estaba tratando de sacar cerca de 200 metros cúbicos por segundo, lo cual ejercía un exceso de presión que terminó por abrir un grieta y provocar un derrumbe a la altura de la Lumbrera 4, en Tlalnepantla.

Las cinco plantas de bombeo que habían comenzado a construirse para entrar en funcionamiento en diciembre, con la intención de reforzar al Gran Canal del desagüe y poder cerrar así el Emisor Central para entrar a rehabilitarlo, no habían sido terminadas, por lo que el colapso había sido inevitable. El riesgo se tenía presente, incluso la Comisión Nacional del Agua había iniciado la construcción de una planta más, con mayor capacidad, para que en la confluencia del río de los Remedios y el canal La Compañía, fuera capaz de bombear el agua del emisor hacia un área inundable en el vaso de Texcoco, en caso de emergencia. Pero tampoco se había terminado.

A través de las cámaras de monitoreo colocadas en los 28 puntos críticos de encharcamiento que la Secretaría de Protección Civil del...

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