Cuando el descontento toma las calles

AutorLino González Veiguela

Apenas dos semanas después de las manifestaciones celebradas el 15 de mayo en las calles de varias ciudades de España -de las que surgiría el movimiento que ya se conoce como el 15-M-, el filósofo alemán Rüdiger Safranski concedió una entrevista a un diario español. Al ser cuestionado sobre las protestas callejeras, Safranski comentó que, en su opinión, una de las particularidades de ese movimiento era que carecía de una figura intelectual de referencia, recordando la influencia de Marx en el mayo francés del 68.

Safranski acertó al decir que no han existido intelectuales destacables cuyas ideas compartiesen una mayoría de los manifestantes. Los medios españoles han señalado dos fenómenos recientes que han podido contribuir a colmar el vaso de la paciencia de muchos jóvenes y no tan jóvenes: Inside Job, documental ganador de un Oscar y cuya popularidad se extendió pronto a través de las redes sociales, y el panfleto del ex diplomático francés Stephane Hessel titulado Indignaos, que, tras su rotundo éxito en Francia, llegó a España a principios de 2011 y ha alcanzado ya los 400 mil lectores. De hecho, muchos medios han terminado refiriéndose a los manifestantes que salieron a la calle como jóvenes "indignados".

En gran medida, una simplificación periodística: aunque es cierto que el movimiento ha estado protagonizado por jóvenes, ha salido a las calles gente de todas las edades. El hartazgo de la sociedad española es general, no comparable al de ningún otro momento de nuestro reciente pasado democrático desde la transición.

Sumidos en una crisis económica profunda, con casi 5 millones de desempleados -una tasa de desempleo del 20 por ciento, que asciende al 43 por ciento entre los jóvenes menores de 30 años- los ciudadanos españoles hemos visto cómo desde 2008 se están sucediendo las imputaciones de cargos públicos en procesos por corrupción, enriquecimiento ilícito y financiamiento ilegal de los partidos. Gran parte de esta corrupción masiva ha tenido que ver con el urbanismo, pilar económico que funcionó durante años gracias al mismo combustible que ha terminado por hacerlo estallar: precios sobretasados y créditos hipotecarios con tipos de interés bajísimos y plazos de amortización de hasta 40 años. En estos momentos se calcula que existen un millón de viviendas vacías en el país y unas 300 mil familias que han sido desahuciadas de sus casas por el impago de las hipotecas.

Los españoles también llevamos meses enterándonos por la prensa de...

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