Detectan en secreto tesoros perdidos

AutorAntimio Cruz

Lanzarse en busca de tesoros enterrados no es una fantasía reservada a las novelas de piratas, sino una realidad en México, país donde más de 250 personas compran cada año equipo electrónico para detectar fortunas enterradas, sin que exista un registro de cuántos más alquilan localizadores movidos por el anhelo de encontrar piezas valiosas.

Esta actividad, aunque no es ilícita, sí se realiza de manera secreta, ya que sólo unos cuantos de estos aventureros dan aviso de sus hallazgos por temor a que la Secretaría de Hacienda o el Instituto Nacional de Antropología e Historia confisquen las piezas u objetos encontrados, aseguran los integrantes de la familia Contreras, propietaria de la empresa Detectores, S.A., el único negocio del país especializado en fabricar, rentar y vender instrumentos para buscar tesoros.

"La mayoría de las personas piensa que, si le avisan al Gobierno, se quedará con el tesoro y prefieren no informarle", señala Hilda Contreras, quien junto con su madre y hermanas administra el negocio fundado en 1953 por su padre Vicente. "Existe sobre todo mucho desconocimiento de la ley, porque el Código Civil -en su Capítulo Tercero- protege a quien encuentra un tesoro".

De acuerdo con los apartados comprendidos en los artículos 875 a 885 del Código Civil, un tesoro pertenece a quien lo descubre si éste se localiza dentro de su propiedad. Precisa además que, si el hallazgo fue realizado en una propiedad ajena, el dueño del predio tendrá derecho al 50 por ciento de la riqueza encontrada, y se agrega que, si los bienes localizados resultaran "interesantes para las ciencias o para las artes, se aplicará a la nación por su justo precio", lo que asegura una indemnización para quien lo localizó.

Actividad envuelta en un halo épico, la búsqueda de tesoros se convirtió en el "modus vivendi" de Vicente Contreras Vázquez -fundador de Detectores, S.A.- cuando en 1947 encontró en Cuitzeo, Michoacán, un cofre con 85 mil pesos en monedas de oro y plata, que sería el primero de siete tesoros descubiertos en la periferia.

"Todo empezó porque a un hermano mío le dijeron que fuera a buscar un tesoro a una iglesia", narra Adela Alcántara de Contreras. "Entonces, mi esposo compró en México un aparato para localizar minas de guerra. Al principio no encontró nada a pesar de haber tirado bardas, escaleras y romper pisos, pero de pronto descubrió el primero y se dio cuenta de que había estado manejando mal el aparato, así que volvió sobre sus pasos y...

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