La Diabla / La muerte en vida

AutorVera Milarka

No todas la representaciones de los muertos son de papel maché o de azúcar con olor a cempasúchil y sabor a agua de azahar. Los hay jóvenes y rozagantes, como modelos de revista, sumisos ante los vértigos que producen los videojuegos y altaneros con una realidad que les exige compromisos, aunque sean cumplidos a medias, porque ellos pertenecen a esa generación de hombres y mujeres que prolongaron su adolescencia hasta los treinta años.

La propuesta de Daniel Rodríguez Barrón autor de La luna vista por los muertos, que dirige Zaide Silvia Gutiérrez en el Teatro Sor Juana Inés de la Cruz del Centro Cultural Universitario, es una obra para identificar una relación de pareja en completa ausencia de ideales que no sean resolver lo inmediato, o satisfacer sus sentidos a través del consumismo.

Se trata de personas que sencillamente, a falta de paradigma, están instaladas en su filosofía hedonista.

Aunque la historia no resulta estrictamente vanguardista, existe un acento profundo de fines de la década de los años 90, la obra ganadora del Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo 2002, se sostiene gracias al retrato genuino de la llamada sociedad posmoderna.

Un aire de globalización y de virtualidad es el eje temático y plástico del montaje. Un escenario idóneo que proyecta sin pretensiones un espacio universal. Prevalece el color blanco, la ilusión de la moda, la sensación de lo etéreo; pero todo en una atmósfera a fin de cuentas encerrada en su propia trama (trampa).

La escenografía y la iluminación a cargo de Mónica Kuli está planteada como una reja o como una caja cuadriculada.

La imagen total del conjunto, donde la cama y el televisor son protagonistas, apoya sin duda este vacío cool; cuyo único referente del exterior es la luna: una luz nívea que se proyecta en el piso y que simbólicamente puede darnos una vaga noción de la interioridad de los personajes. De un misticismo que ni ellos conocen de sí mismos.

Julia (Tae Solana) es editora, Lotario (Tizoc Arroyo) un escritor que trabaja más bien a marchas forzadas. Su relación es más intensa con las drogas y el juego, que con la satisfacción sexual que se procuran entre sí. Como herederos directos de la Generación X han...

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