Diario de Fatigas / Aforismos de Adolfo Castañón

AutorChristopher Domínguez Michael

Sin rehuir el verso y el poema en prosa, Adolfo Castañón (Ciudad de México, 1952) se expresa en todas las extensiones y modalidades del ensayo: el tratadillo, la reseña, el apólogo o fábula, el diálogo, el epigrama. Esa variedad puede leerse mejor en los aforismos, de los cuales se deducen las preocupaciones de una obra consagrada a la meditación sobre el oficio de leer y escribir (y al de traducir y editar libros), al contraste entre la posteridad y el envejecimiento, a la convocatoria de los clásicos, al matrimonio como obra de arte y la sobremesa como epifanía, a la profesión del intelectual y a los exvotos del crítico. No pocas de las reflexiones de Castañón invitan a estudiar la interferencia practicada por el Estado, ya sea a través del Antiguo Régimen o del Nuevo Orden, entre el poeta y las musas. En La belleza es lo esencial (Ediciones Sin Nombre, México, 2005), Castañón presenta sus aforismos, de los cuales copiamos algunos:

- El insomne ve con vengativa envidia al que duerme a pierna suelta. Le cuesta trabajo no despertarlo. Presiente que en ese cuerpo que ronca palpita una fuerza muy superior a cualquiera que él en su alucinada duermevela pudiera imaginar.

- El ritmo de las generaciones: los pequeños se hacen grandes; los grandes se empequeñecen, no sólo se reducen sus huesos, vuelven también a la infancia antes de desnacer.

- Cualquiera que haya entrado a un museo de arte antiguo más o menos libre, más o menos desprevenido sabe que eso -la vida, la conciencia de la especie- está ahí, sigue y seguirá allí.

- De la misma manera en que al que se alcoholiza no le basta lavarse los dientes para no tener aliento alcohólico, no bastan las lecturas para disipar el olor inconfundible que produce la falta de silencio.

- ¿Que si soy poeta? Sólo he querido darle respiración de boca a boca al náufrago que llevo dentro de mí mismo.

- Pagamos impuestos de muchas formas y no sólo al Estado. Cada comida familiar, cada saludo y visita dictada por razones sociales y no por el amor es una forma de impuesto. El sueño, el hambre, los instintos son otras obligaciones ineludibles e impuestas al igual que el trabajo y los quehaceres domésticos, las horas de transporte. Todo está en que sepamos cumplir esas obligaciones gustosa y airosamente, en que sepamos ventilarlas de tal manera en que pierdan peso y gravedad y formen parte no de lo que damos sino de lo que recibimos. Uno de los secretos del arte de vivir está allí.

- La impresión de que es preciso...

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