Diario de fatigas / El fisiólogo moral

AutorChristopher Domínguez Michael

Sainte-Beuve murió en 1869 sin haberse librado del pecado original del humanitarismo, posición absorbida, justamente por ser de izquierda, por el Segundo Imperio, el clásico ejemplo de régimen bonapartista ducho en absorber las diferencias ideológicas convencionales y colocarse por encima de ellas. Su interés por Proudhon, al cual dedicaría un libro publicado póstumamente en 1872, lo mismo que su sepelio apestoso a escándalo por haber ordenado una ceremonia estrictamente civil, hicieron de su muerte la de un hombre de la izquierda, llamémosla así, institucional. Sainte-Beuve lamentó no haber podido rendir honras fúnebres a dos hombres entonces recientemente fallecidos, a Enfantin y al anarquista Proudhon.

La respuesta a la pregunta que se hace Maxime Leroy en La politique de Sainte-Beuve de cómo fue posible que un "racionalista liberal" como el joven crítico se viera seducido por las doctrinas de la iglesia sansimoniana, no es tan necia como puede parecerlo la pregunta y la explicación, la que me satisface, la he encontrado leyendo la última de las tres cartas que a Prosper Enfantin dirigió Sainte-Beuve en su madurez. En 1859, quizá siendo demasiado cortés, el crítico, al agradecerle el envío de un libro, le dice al viejo Papa sansimoniano que él no le ha "dado la espalda a la civilización que apenas comienza a ofrecernos la renovación de sus maravillas", es decir, al mundo del progreso social. Se culpa Sainte-Beuve de seguir "enfermo" debido a su "pasión individual".

A parte del horror que le causó el lavado de cerebros propio de toda secta, el haber confundido el oficio de escritor con la devoción política y prestado su nombre a la publicación de doctrinas en las cuales no creía suficientemente, fue el temperamento de Sainte-Beuve, su individualismo, lo que no le permitió quedarse más tiempo entre los sansimonianos, según lo percibió con toda claridad Hippolyte Carnot, un veterano de la iglesia: "En todos estos viajes, el hombre inaprensible nunca alienó su voluntad y su juicio. Su curiosidad, su deseo de verlo todo, de mirarlo todo de cerca, y el extremo placer de encontrar la verdad relativa de cada cosa, le arrastraban a esta serie de experiencias que nunca han sido para él más que un largo curso de fisiología moral".

¿Fisiología moral? Depende lo que se entienda por eso. Si se entiende al fisiólogo moral como un observador frío y cínico de la corte, un ególatra imaginado como una caricatura de los moralistas franceses del Gran Siglo...

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