Diario de Fatigas / Miles de imágenes

AutorChristopher Domínguez Michael

Hijo de un general de la Revolución Mexicana, Marco Antonio Montes de Oca (Ciudad de México, 1932) es el más poeta de nuestros poetas, un asombroso espectáculo de fertilidad lírica que se ha extendido a lo largo de medio siglo, desde Ruina de la infame Babilonia (1953) hasta los cuatro libros inéditos que completan la más reciente edición de Delante de la luz cantan los pájaros (1953-2000) [FCE, 2000], tomazo de mil 182 páginas que, en los límites de la encuadernación, intimida. No hay poesía en México (y probablemente tampoco en el radio entero del idioma) tan rica en imágenes como la suya, al grado de que sus lectores podrían componer su propia antología sin correr el riesgo inmediato de seleccionar los mismos versos que otros. Pero la historia crítica de Montes de Oca es la historia de un problema sólo similar al representado por Juan Ramón Jiménez o Pablo Neruda, poetas a los que, por otro lado, sólo engañosamente se parece. Pocas obras poéticas han sido tan objetadas por la crítica y pareciera que Montes de Oca, en el caso contrario que Juan Rulfo, fue un escritor cuya obra fue perdiendo importancia y peso con cada libro que publicaba.

Octavio Paz, personalidad decisiva en el desarrollo de Montes de Oca y el más fiel de sus valedores, fue el primero, en 1959, en enfrentar los reparos y al rebatirlos autorizó otros, no menos problemáticos y duraderos. Más de una década después, Montes de Oca había publicado ya varios de sus libros más impresionantes, como Cantos al sol que no se alcanza (1961), Fundación del entusiasmo (1963), La parcela del Edén (1964), Vendimia del juglar (1965) y Pedir el fuego (1968), y ante esa crecida bibliografía, Gabriel Zaid se preguntaba qué tipo de equívoco acaba por enredar hasta a sus lectores más fervorosos. Ese drama, esa errática búsqueda de la metamorfosis, nos lleva a la comparación sugerida por Zaid entre las imágenes de Montes de Oca y las greguerías de Ramón Gómez de la Serna. De entrada la analogía parece incorrecta, pues el humor que distingue a la greguería está del todo ausente en Montes de Oca, poeta solemne, como tiene que serlo quien prefiere la letanía.

Sobre Montes de Oca, Vulcano fraguando las palabras a martillazos, no se ha escrito mucho y la mayor parte de su obra permanece sin explorarse. Pero ya son suficientes y justas algunas de las...

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