Diarios de naturaleza
| Autor | Analine Cedillo |
FOTOS: ANALINE CEDILLO
ENVIADA
PARQUE NACIONAL GALÁPAGOS, Ecuador.- Dejo atrás el continente y vuelo junto a otros excursionistas hacia la isla Baltra, en las Galápagos. Es casi mediodía y aunque el cielo está nublado hace calor, el pelo se encrespa y la piel se siente pegajosa. El panorama, plano y pardo, está salpicado por cactáceas.
Desde que pusimos un pie en Ecuador, el equipo de la naviera Silversea se ha hecho cargo de todas las gestiones: traslados, documentación de equipaje y hasta de obtener los pases de abordar.
Pronto vemos al Silver Galápagos, el crucero que durante siete días nos llevará a explorar algunas de las islas situadas al centro norte del archipiélago ecuatoriano. Aún sin conocernos, intercambiamos miradas cómplices, emocionadas.
Con los chalecos salvavidas bien ajustados abordamos los zodiacs, unas lanchas de plástico y motor para 10 personas. A diario repetiremos esta rutina para ir al encuentro de las especies y paisajes que fascinaron a Darwin, cuando en 1831 navegó por estas aguas en el navío Beagle.
Al abordar, la tripulación nos da la bienvenida. Un mayordomo me guía hasta la suite que se convertirá en mi rincón de descanso en medio de este privilegiado destino natural. ¡Hora de zarpar!
PRIMEROS ENCUENTROS
Después de desayunar me reúno con el resto del grupo en el Explorer Room, donde recibimos instrucciones antes de partir hacia la isla Genovesa. Los días a bordo de este crucero, con capacidad para 100 pasajeros, comienzan muy temprano. Siempre hay una excursión matutina y otra vespertina.
Desembarcamos al pie de una formación rocosa llamada Prince Phillip's Steps en honor al Duque de Edimburgo, quien visitó la zona en 1965.
Ahí encontramos al primer lobo marino, que nos ignora mientras permanece adormilado sobre las rocas, dejándose bañar por el agua de mar.
La subida escarpada representa el mayor reto para algunos pasajeros. Mis compañeros son en su mayoría estadounidenses que rebasan los 50 años, antiguos profesores universitarios, empresarios y artistas que salieron en busca de una travesía extraordinaria.
Aunque en menor cantidad, también hay gente joven: Julie Lindell, quien estudia música en NY y viaja por Sudamérica con su madre, Marie; Vincent Kin, un viajero solitario de origen hongkonés, amante de la foto y quien vive su segunda semana a bordo. Y Scott, de Memphis, apasionado de las actividades de naturaleza y quien planeó esta excursión para pasar tiempo de calidad con su padre, Bill, un hombre de paciente escucha.
Exploramos los senderos delimitados de la isla, donde entre los residentes distinguidos están los piqueros de patas rojas (sula sula) y las fragatas.
A las aves y el resto de los animales parece quedarles claro el papel estelar que juegan dentro de la travesía: sin temor se pasean frente a nosotros, posan para las cámaras e incluso se aproximan. Sin embargo, hay que respetar los dos metros de distancia que dicta el reglamento del parque.
Imposible pasar de largo frente a las fragatas macho: con sus prominentes buches rojos y plumaje negro tornasol, buscan seducir a las hembras.
"En los animales, los colores son muy importantes en la selección sexual. Entre más grande y vistoso, mejor", explica Verónica, nacida en Guayaquil y miembro del equipo de guías naturalistas del parque que viaja a bordo del Silver Galápagos y nos acompañan en cada desembarco.
Observamos cómo el ave infla el buche presumiendo su brillante color, cómo aletea y hace un llamado que suena como un tamborcito. Ojalá tenga éxito.
Tras dos horas de recorrido regresamos al crucero, justo para la hora del almuerzo, que se sirve tanto en The Restaurant (en una cubierta al interior), como en The Grill (al aire libre).
Siempre opto por comer afuera, para maridar las delicias del mar que integran el buffet con la reconfortante brisa del mar. Todos los días hay un ceviche...
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