Diego Valadés / Balance de la Constitución

AutorDiego Valadés

La Constitución, próxima a su aniversario, ha sido objeto de 233 decretos de reforma que cambiaron 701 veces diferentes preceptos. Sólo 21 de sus 136 artículos permanecen sin modificación; de estos, 8 son los mismos desde 1857. Surgió en Querétaro con un carácter vanguardista y varias de sus reformas mantienen ese derrotero, aunque hay enunciados progresistas que coexisten con realidades retrógradas.

Muchas modificaciones fueron redactadas de manera defectuosa y no pocas sólo debieron ser parte de leyes federales. Pese a los avances parciales, subsisten un régimen de gobierno arcaico, un sistema representativo mutilado, un federalismo caciquil y un acceso a la justicia deficitario.

La redacción constitucional se hizo muy detallada a partir de que el pluralismo irrumpió en el Congreso. La desconfianza recíproca propició que opositores y gobernantes decidieran evitar que las leyes ordinarias, sujetas a una mayoría simple, fueran el instrumento para ampliar y actualizar los acuerdos plasmados en la Constitución. Por eso eludieron los enunciados generales, propios de una buena técnica, y saturaron de minucias a la norma suprema. Construyeron así una especie de seguro político para perpetuar sus entendimientos.

Ese fenómeno ha tenido consecuencias nocivas para la Constitución, pues entre más pormenores incluye, más reformable se vuelve. Esto se traduce en la paradoja de que la convivencia política se consiga a expensas de una Constitución fugaz. En los sistemas democráticos consolidados la regla es la inversa: la estabilidad de la norma suprema posibilita el dinamismo político.

Otro efecto negativo de nuestra Constitución reglamentaria es la pérdida de uniformidad sistémica. Por ejemplo, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y la Fiscalía General de la República figuran en el capítulo del poder judicial; y la planificación económica, el sistema de información estadística y el Banco de México aparecen en el capítulo de los derechos humanos.

Un error adicional es haber convertido algunos preceptos constitucionales en ficciones declarativas. Numerosas adiciones se proclamaron como la solución automática para problemas tan lacerantes como el hambre, la violencia, la arbitrariedad y la corrupción. En este sentido se regresó a las supersticiones constitucionales del siglo XIX, cuando se creía que bastaba la contundencia de una norma para que todo quedara resuelto. Al retomar ese viejo prejuicio en las décadas recientes, la retórica grandilocuente y la volatilidad de su contenido devaluaron a la Constitución, mermando la confianza de los ciudadanos en ella y en las instituciones. El contraste entre la norma y la normalidad incubó buena parte de la frustración de los gobernados.

Por la mutabilidad de su texto y la dificultad de su lectura, la Constitución dejó de ser el libro laico de la sociedad. Su contenido es ininteligible para quien no está versado en derecho y sólo algunos sitios electrónicos ofrecen el texto actualizado. La mayoría de los mexicanos jamás ha leído la Constitución y en las...

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